Deseaba con tanto fervor estar con ella, la soñaba en las noches, y despertaba sintiendo sus dedos por las mañanas. Si fuera por lo días, lo único en que podía pensar era en ella, y en lo tanto que podía amarla de regreso a ella también.
Por las noches, volvían a soñar en pasión y se deseaban así, como solo se puede experimentar.
La deseaba tanto, que un día, en su ensoñación de amor, tomó una navaja delgada, y la hizo bailar por toda su carne.
La sangre tibia que corría por sus extremidades solo ayudaba a que su emoción creciera, al sentir más fuerte esas manos que la recorrían.
Abandonar el mundo que conocía no le pudo caer mejor. Se pudieron tocar juntas, por fin. Tibias (apenas) y blancas manos sobre un cuerpo falto de piel y de sangre y de carne y de la vida misma. Manos de marfil, sin piel, sin nada, acariciando cabellos finos de canela.
Se amaron cuanto pudieron.
Se amaron en muerte, por que era ella misma quien tenía la necesidad de amar.
La muerte.
3 comentarios:
¿Hasta que la muerte los separe? Ja, creo que aquí no aplica...
wow
genial! :)
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