En ese momento me embargó el silencio, y una amarga seriedad que no me pude sacudir. Miraba silenciosamente hacia ningún lado, hacia la ventana púdicamente cubierta por cortinas. Ya no supe si me hablaba o no, no recuerdo si escuchaba su voz -que es hermosa, dulce, casual, adecuada, lo único que quisiera escuchar- o si también él imitaba mi silencio. No sabía qué sentir, acabábamos de hacer el amor. Me sentía terrible por no haber podido tomar la iniciativa por ningún segundo, y me moría por beberle. También me carcomía la necesidad de decirle que lo amaba, que en algún momento me había enamorado de él, que lo que más feliz me hacía era fantasear en un futuro donde estuvieramos juntos, que yo nunca había sentido sentimientos de esos. Pero me quedé en silencio.
No supe qué decirle.
Era la persona más feliz entre sus brazos. Y entre todos los deseos, el más grande, el que ganó por sobre todas las cosas, fue el de mantenerme -en la misma posición, en el mismo silencio, respirando el mismo aire, mirando las luces de las velas proyectando danza sobre la cortina de la gran ventana. No quería que alguna de mis palabras me obligara a retirarme de entre sus brazos. Silenciosamente pedí a todas las estrellas del cielo que me concedieran detener la noche.
Estaba feliz, porque jamás me habían hecho el amor -no como me lo había hecho hace unas horas- y porque toda mi piel podía sentir su desnudez en extensión. Hay sentimientos bellos que no puedes expresar en simples términos de descripción, y sentir que somos una sola carne es uno de ellos. Y quizá no se dió cuenta de mi felicidad, porque era más grande mi preocupación sobre el inevitable final que no sabría si tendría una futura parte dos (aunque sus palabras me lo sugerían a cada rato). Me debí haber disculpado por no sonreir más.
¡Estaba tan enojada cuando se anunció la mañana! Lo único que pedí al cielo era más tiempo, y no lo obtuve. Ojalá me buscara, pero probablemente no está pensando en mí. Me arrepiento de no haberle pedido que me dejara tenerlo completamente. Me arrepiento de no haberle pedido que me torturara físicamente (y no anímicamente, como ahora), que tuviera menos cuidado de mí.
Creo que comienzo a olvidar sus manos sobre mí, dentro de mí. Lo único que recuerdo es el tormento de mi inevitable silencio, de pensar que no le dije que ahora mi mente y mis palabras le pertenecen.
¿Por qué te escribo todo ésto? Porque sus manos se van, y lo siento lejos. Ten piedad de mí. ¡Grita mi silencio!
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domingo, 3 de mayo de 2015
domingo, 26 de abril de 2015
Viernes por la noche (y brujas)
El viernes por la tarde recorrí el sillón frente al ventanal casi cuando comenzó la tormenta. Así duré hasta la noche, hasta que escampó. Bajé para sentir un rato el viento, para sentirme de alguna manera u otra.
Cuando regresé a casa, prendí la música, encendí un cigarro y salí a fumar al balcón. Ahora las tardes lluviosas me traen gratos recuerdos, y el clima exigía un poco de humo viajando por la garganta. Las nubes se habían ido y ya había estrellas en el firmamento. No volvería a llover.
Mientras Jumbo sonaba con el cover de JoséJosé, una luz me atrajo la atención. "Ale, corre, ¡una bola de fuego, una bruja!
Mi flatmate corrió y se detuvo tras de mí para observar a lo lejos una lámpara de cantoya que ya amenazaba por extinguirse. Discutimos un ratito sobre las lámparas y luego se retiró con un suspiro: "Tu música es muy deprimente."
Yo creía que era más bien algo nostálgica porque no podía dejar de pensar muchas cosas: el estar completamente enamorada por primera vez entre otras noticias emocionantes. Mi música me parecía perfecta para sentirme bien, para dejarme razonar un rato, o más bien para aceptar lo que estuviera sucediendo.
"Me dan ganas de beber." termina la flatmate. Yo no tengo muchas ganas de beber, pero porque mi boca está ocupada por el humo.
"Pues si quieres puedes tomar, todavía queda algo del licor de ciruela."
"Claro que no, allizzia, te lo bebiste." Eso no es verdad, pero sí bebí bastante de esa botella. Hay aún un vaso, vaso y medio quizá. No le digo nada, nomás me río, le gusta burlarse de esa manera. Entra a su cuarto y sale con una pequeña botella de agua conteniendo un par de dedor de líquido transparente. "Hace tiempo guardé aquí ron, para írmelo bebiendo en el camino." La flatmate es muy hábil. Le sugiero que se lo beba pero parece que mi música no era lo suficientemente deprimente y ambas terminamos sobrias. Ella se vuelve a retirar y me quedó a disfrutar de los primeros momentos de la noche silenciosa.
Mi cigarro ya se ha terminado. Hoy, por belleza del destino, no he llenado la casa de humo. Aún no sé fumar muy bien (algo que probablemente termine en el cáncer más nasty que pueda encontrar) y no logro no meter el humo a la casa (y, a veces, a mi garganta). Desde éstas últimas semanas, un cigarro es más necesario de lo que era hace un par de años. No quiero ser esa persona, la que se siente mejor con un cigarro pero me gusta estar con esas personas, a las que justamente les hace sentir mejor un cigarro. Es un buen tema de conversación. Es, además, hermoso compartir un cigarro.
Hay algo hermoso en estos últimos días, que no quiero que nada se termine...
Pero termina. Al igual que el cigarro, cuya colilla tiro por el balcón; al igual que la noche - cuando decido irme a dormir. Una sonrisa se me dibuja en la boca.
Inminente soledad pero no justo ahora. No justo ahora.
Cuando regresé a casa, prendí la música, encendí un cigarro y salí a fumar al balcón. Ahora las tardes lluviosas me traen gratos recuerdos, y el clima exigía un poco de humo viajando por la garganta. Las nubes se habían ido y ya había estrellas en el firmamento. No volvería a llover.
Mientras Jumbo sonaba con el cover de JoséJosé, una luz me atrajo la atención. "Ale, corre, ¡una bola de fuego, una bruja!
Mi flatmate corrió y se detuvo tras de mí para observar a lo lejos una lámpara de cantoya que ya amenazaba por extinguirse. Discutimos un ratito sobre las lámparas y luego se retiró con un suspiro: "Tu música es muy deprimente."
Yo creía que era más bien algo nostálgica porque no podía dejar de pensar muchas cosas: el estar completamente enamorada por primera vez entre otras noticias emocionantes. Mi música me parecía perfecta para sentirme bien, para dejarme razonar un rato, o más bien para aceptar lo que estuviera sucediendo.
"Me dan ganas de beber." termina la flatmate. Yo no tengo muchas ganas de beber, pero porque mi boca está ocupada por el humo.
"Pues si quieres puedes tomar, todavía queda algo del licor de ciruela."
"Claro que no, allizzia, te lo bebiste." Eso no es verdad, pero sí bebí bastante de esa botella. Hay aún un vaso, vaso y medio quizá. No le digo nada, nomás me río, le gusta burlarse de esa manera. Entra a su cuarto y sale con una pequeña botella de agua conteniendo un par de dedor de líquido transparente. "Hace tiempo guardé aquí ron, para írmelo bebiendo en el camino." La flatmate es muy hábil. Le sugiero que se lo beba pero parece que mi música no era lo suficientemente deprimente y ambas terminamos sobrias. Ella se vuelve a retirar y me quedó a disfrutar de los primeros momentos de la noche silenciosa.
Mi cigarro ya se ha terminado. Hoy, por belleza del destino, no he llenado la casa de humo. Aún no sé fumar muy bien (algo que probablemente termine en el cáncer más nasty que pueda encontrar) y no logro no meter el humo a la casa (y, a veces, a mi garganta). Desde éstas últimas semanas, un cigarro es más necesario de lo que era hace un par de años. No quiero ser esa persona, la que se siente mejor con un cigarro pero me gusta estar con esas personas, a las que justamente les hace sentir mejor un cigarro. Es un buen tema de conversación. Es, además, hermoso compartir un cigarro.
Hay algo hermoso en estos últimos días, que no quiero que nada se termine...
Pero termina. Al igual que el cigarro, cuya colilla tiro por el balcón; al igual que la noche - cuando decido irme a dormir. Una sonrisa se me dibuja en la boca.
Inminente soledad pero no justo ahora. No justo ahora.
Temas:
A building series,
Agua para limpiar las heridas,
Deseos,
Dolor disfrazado de placer,
Finales,
Lluvia
martes, 17 de febrero de 2015
Ser
En la teoría de Van Dijk de asimilación de información de un discurso, se supone que seleccionamos la información que nos parece pertinente (a partir de las macroproposiciones del discurso) y suprimimos lo que no nos importa (es decir, lo que creemos que nos importante). Al final volvemos a reconstruir el texto, a partir de lo que tenemos, es decir, de la información que no fue suprimida y que fue guardada en la memoria (a corto plazo primero, luego a largo plazo).
Eso significa que a veces construimos textos completamente nuevos.
Hace rato leí que "hay partes de nuestra vida que no podemos recordar", lo cual tiene sentido. Al igual que el discurso, TODA la información que entra no puede ser memorizada, por lo que suprimimos lo que no nos parece importante y guardamos lo que creemos que es pertinente. Ahí empieza el puto desmadre: no sabemos exactamente quienes somos, porque hemos olvidado algunas partes de nosotros y nos hemos quedado con otras partes. Con esas partes que están en nuestra memoria, tratamos de reconstruir la persona que somos pero no es una reconstrucción objetiva, es incompleta.
Cada vez que nos pensamos, nos recreamos. Somos lo que creemos que somos.
Ahora, mientras digiero ese mindfuck, debo terminar mi proyecto de análisis.
viernes, 18 de julio de 2014
Dios
Siguiendo con mi falta de... todo, también llegué a pensar en la fe. Yo carezco totalmente de fe (en realidad, ¿qué es la fe?). Leí que para hacer arte se necesita fe. Quizá para hacer todo se necesita fe.
Hace unas semanas dije muy seriamente que eventualmente "me enfocaría en mi salud espiritual".
No es que me falte completamente un sentido de espiritualidad ni nada de eso, es que creo que todos deberíamos tener cierta religión y pertenecer a un grupo o algo pero es obvio que es imposible. Algunas personas simplemente no lo harán, no creerán, no nada, y eso está bien.
A mí me gustaría pertenecer a un grupo religioso. Últimamente he estado bien interesada en los cristianos americanos que están super locotes. No porque me gustaría ser cristiana sino porque suelen tener comunidades que se apoyan tanto... me encantaría ser parte de una comunidad así. Aunque no que nadie se meta en mi vida ni nada de eso (mucho menos el patriarcalismo, que es del diablo).
La religión que realmente me gusta y de la cual me gustaría formar parte es del islam. No muy hardcore ni nada de eso, todos sabemos qué pasa cuando uno se vuelve bien acá en un religión (pasa la violencia, eso). Realmente me parece una religión que respeta altamente al individuo por lo que hace y no por lo que es. Aunque creo que el judaísmo también entra en esas listas... finalmente son casi lo mismo (es decir, tanto el cristianismo como el judaismo como el islamismo se formaron de la misma rama religiosa).
La verdad es que eso toma mucho tiempo y esfuerzo, hay demasiadas reglas. Supongo que nunca perteneceré a una religión. Siempre estaré en desacuerdo con algo.
Pero eso también me hace sentir un poco aislada, ¿saben? además de todo. Dios, a veces, es el único amigo que uno puede tener.
Para finalizar este rant, y para que no me digan que ya me calle y me vuelva monja...
No es respetuoso pedirle a alguien (como yo) que se vuelva monja. Yo, particularmente, me cojería a todas las hermanas religiosas y también a los religiosos jóvenes y guapos que me encuentre. Y soy muy buena para irme al infierno sólo por eso.
jueves, 3 de julio de 2014
Problemas
Llevo ya un tiempo que estoy bien malita de la vida y decidí ponerme a escribir porque creo que, al menos, antes ayudaba, ¿no?
Primero, un recuento de todas las cosas: me gradué de la preparatoria, decidí estudiar Español (super útil, ya sé), comencé a detestar la literatura y me incliné por las ciencias del lenguaje (que son hermosas) y ahora me estoy interesando en la educación. Okay, eso fue rápido.
Todavía hace tres años la vida era bastante igual y normal. Cuando las cosas son iguales y normales y no parece venir ningún cambio es cuando debes agarrarte porque seguro el transporte frena de madrazo y comienza a cambiar de ruta.
Me encontré con las manos llenas de capacidad y así y todo era lindo. Había hecho muchas cosas y me retiré a tener un descanso vacacional.
No.
Al regreso, en mi intento de ponerme a hacer cosas, fallé.
Y no entendía, de verdad, no entendía. Seguía intentando e intentando e intentando (porque a veces a uno le da hueva renunciar). Alguien me dijo que algunas muchas cosas no eran MI responsabilidad. La verdad es que agradezco mucho a todas esas personas que surgieron con sabias palabras dignas de la juventud de mi madre.
Yo también lo dije alguna vez: primero estoy yo, después yo y al final yo. Necesitaba encargarme de mí misma. Necesitaba averiguar qué demonios conmigo.
Por el momento sigo en eso, no tengo mucha prisa.
Lo primero que recordé es que generalmente me consideraba una escritora. Pero realmente no me dan muchas ganas de escribir, así que tachamos eso de la lista.
Lo segundo que recordé es que generalmente soy una lectora. Ahí yace el problema. Estaría muy cómoda en esa parte, y me encanta.
Pero ya no puedo leer.
No digo que no quiero, o que esté cansada, o nada de eso.
Es que no puedo. No me puedo concentrar. De verdad que no puedo. ¿A alguien le pasado? Estás leyendo algo pero luego te sientes muy cansado, aburrido, estresado... y quieres hacer otra cosa, te da sueño, te pesan los ojos, te da hambre.
Ya me harté. No me puedo concentrar y no puedo hacer nada. No entiendo. A veces tengo suerte si logro terminar un libro. Ni siquiera lo leo con amor, lo leo rápido con impaciencia de saber el final.
Y así no se puede ser quien se es.
Generalmente tengo una alternativa, algunas soluciones... Estoy en blanco, no tengo idea de qué hacer.
Quizá... ¿buscar otro ser?
Quizá.
Primero, un recuento de todas las cosas: me gradué de la preparatoria, decidí estudiar Español (super útil, ya sé), comencé a detestar la literatura y me incliné por las ciencias del lenguaje (que son hermosas) y ahora me estoy interesando en la educación. Okay, eso fue rápido.
Todavía hace tres años la vida era bastante igual y normal. Cuando las cosas son iguales y normales y no parece venir ningún cambio es cuando debes agarrarte porque seguro el transporte frena de madrazo y comienza a cambiar de ruta.
Me encontré con las manos llenas de capacidad y así y todo era lindo. Había hecho muchas cosas y me retiré a tener un descanso vacacional.
No.
Al regreso, en mi intento de ponerme a hacer cosas, fallé.
Y no entendía, de verdad, no entendía. Seguía intentando e intentando e intentando (porque a veces a uno le da hueva renunciar). Alguien me dijo que algunas muchas cosas no eran MI responsabilidad. La verdad es que agradezco mucho a todas esas personas que surgieron con sabias palabras dignas de la juventud de mi madre.
Yo también lo dije alguna vez: primero estoy yo, después yo y al final yo. Necesitaba encargarme de mí misma. Necesitaba averiguar qué demonios conmigo.
Por el momento sigo en eso, no tengo mucha prisa.
Lo primero que recordé es que generalmente me consideraba una escritora. Pero realmente no me dan muchas ganas de escribir, así que tachamos eso de la lista.
Lo segundo que recordé es que generalmente soy una lectora. Ahí yace el problema. Estaría muy cómoda en esa parte, y me encanta.
Pero ya no puedo leer.
No digo que no quiero, o que esté cansada, o nada de eso.
Es que no puedo. No me puedo concentrar. De verdad que no puedo. ¿A alguien le pasado? Estás leyendo algo pero luego te sientes muy cansado, aburrido, estresado... y quieres hacer otra cosa, te da sueño, te pesan los ojos, te da hambre.
Ya me harté. No me puedo concentrar y no puedo hacer nada. No entiendo. A veces tengo suerte si logro terminar un libro. Ni siquiera lo leo con amor, lo leo rápido con impaciencia de saber el final.
Y así no se puede ser quien se es.
Generalmente tengo una alternativa, algunas soluciones... Estoy en blanco, no tengo idea de qué hacer.
Quizá... ¿buscar otro ser?
Quizá.
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