domingo, 28 de marzo de 2010

Without an answer, the thunder speaks from the sky;

And in the cold, wet dirt I cry.

Espero que sepan que la entrada anterior fue producto de varias horas de melosías en el ciclo REM, me levanté con ellas en la cabeza, y el internet se las chupó cuando accedí a él.

El resto del día fue un día normal.

- Gente huevona. Vengan temprano por sus ramos de trozos de palma benditos más temprano.
- Es cierto. Es muy tarde para que haya gente en la iglesia.
- Sí, mis amigos van a misa entre las 12 y las 4 de la tarde. |
- Nha, no es tan raro, hay gente que va a misa en la nochesita.
- No, en la nochecita la gente se confiesa.
- [resoplido incrédulo]

La verdad es que no sé por qué se me ocurrió que el mejor momento para decir todos los pecados cometidos es la noche. Imaginé un fondo frío y oscuro para el momento en que una persona le dice al padrecito morboso cuando lastimó a alguien y luego se sintió mal, sus acciones extramaritales, o los crímenes imperdonables (flashback a Harry Potter...); aceptémoslo, los padres deben ser personas bien morbosas para poder estar escuchando todo eso y luego castigar. Está bien retorcida la cosa.

Muchos pensamientos raros como aquellos también me ocurrieron en el transcurso del día. Cuando yo pensaba en cosas triviales y que ustedes posiblemente jamás llegarán a entender, un ruido de televisión coincidió con el momento en que un auto arrancó la marcha.
El sonido me hizo pensar en cuando estás en la playa (con el calor pegajoso y la piel sabor a sal, sea por el sudor o por la brisa marina) y alguien enciende un aire acondicionado.

Me recordó al mar pues. Yo no soy marina (pregúntele usted a quien quiera... que me conozca, claro está) pero de repente a uno le saben los recuerdos, a lugares, a comida, a momentos.
Pero no, no me gusta el mar. No me malinterpreten, tiene sus amabilidades. Me gusta cuando la arena caliente y seca se mete entre los dedos de mis pies. Me gusta el sonido de los pájaros y de las nubes. Pero más que nada me gusta el sonido del mar. Ese sonido que te llama, te hipnotiza, invita. Atrae, más que nada.
 An angel whispers my name. 
Y ahí va, uno como idiota a meterse al agua. Y es que luego el mar saca sus brazotes pesados y te abraza, pensando que a uno le gusta. Y no está tan equivocada, a uno le gusta; sí, pero abraza demás. Ahoga.
Y a cualquier persona que nunca le ha sabido amar al mar con paciencia, se lo lleva entre los dedos.  Y lo destroza como una concha más.
Es culpa del mar, por que no sabe controlar sus versos, sus caricias, sus cánticos embellecedores, -de las sirenas- le dicen. Pero ya cuando estás atrapado, se siente su olor a muerte, su sabor yermo.

Es el calor, que a uno le pone a alucinar.

Pero ahor ya está soplando el viento fresco.

Viento fresco sobre la piel. Viento entre los cabellos al viento.

But the message relayed is the same.
When the deads of night come calling.

Días.

Cuando te conocí por primera vez yo estaba fría,
como un mono de nieve.
Pero no había nadie más, me juré no estar sola nunca más.
No hay razón para sentirse mal,
pero hay muchas estaciones para sentirse bien, triste, mal;
son sólo una montón de sentimientos con los que tenemos que lidiar,
pero estoy aquí para ayudar con esa carga.
Así que ahora estamos aquí y está bien.
Muy lejos de allá y allá es tiempo. Tiempo... Tiempo.
A plantar nuevas semillas y verlas crecer,
que haya flores en la ventana cuando váyamos.
Mírate ahora, flores en la ventana.
Es un día tan hermoso,
y me alegra que pienses lo mismo.
Eres uno en un millón
y te quiero tanto,
Veamos las flores crecer.

sábado, 20 de marzo de 2010

Que trata del descubrimiento de la estupidez propia.

Antes de empezar a quejarme una vez más, debería agradecerles por sus comentarios en la entrada anterior. 200 pts positivos a la escala autoestimista.

Entonces, ahora sí, pasaré a relatar.

Mi primo, el pueblonuevense mayor, ha cumplido los 12 años y ya es todo un hombrecito ha decidido entrar a la maldición marista. Bueno, tecnicamente eligió su madre, que con su cuarto chilpayate no ha decidido reducir gastos. Supongo que no tienen hambre...

En fin, en la mañana de hoy, mientras vegetaba en mi sillón, llaman:

-¿Están en la casa?
-Sí, aquí estamos yo, Estelita y allizzia.
-Ah ok. Entonces ahí vamos para que le expliques a Pueblonuevensemayor sobre lo de blablabla...

Entonces dije, ¡Ohfuckmisprimosvienenyyoestoyvegetando! Así que salté a la regadera.
A medio relajante baño escucho que me avisan de la inminente llegada. ¡Ohfuckaúnmefaltamienjuaguesemanal! Así que convenciéndome de que no había tiempo, salí y me vestí. Sin secarme el cuerpito. Me sacudí como perro (no, en realidad no, pero es una imagen mental divertida, ¿no?).

En fin, salgo y Pueblonuevensemayor estaba en la salita.
Tomé su guía y comencé a leerla.

Sin querer, rememoré aquellos tiempos en que yo entraba a secundaria. Pero como mi escuela católica secundaria era de monjitas dinereras, sólo les bastó ver mi papelnaranjitacomosellamedelaprimariadondedicemicalificaciónfinal para abrirme las puertas y extender la alfombra roja. Solía ser más nerd.

Así que empecé a leer. El típico "Favor de llevar un LÁPIZ #2 HB para llenar el exámen". Y las preguntas de niño imberbe: ¿Si no lo llevo, no me van a dejar presentar? ¿Por qué ese? ¿HB? Así que paciente-allizzia procedió a explicar...

Después de esto surgieron preguntas sobre la escuela, lo cual terminó con la frase "No tengo idea, no fui ahí a la secundaria". Lo cual debió haberle dado una idea de cuan perdida estaba.

Finalmente comencé a leer las preguntas de ejemplo.

Analogías:

Rugoso es a liso como áspero es a:

Pero claro, como son los estúpidos exámenes esos, "suave" no venía, así que tuvimos que conformarnos con "llano". Estupidez.

Lo siguiente eran antónimos y sinónimos. De lo cual vinieron tantas preguntas...

Bélico
Anarquía
Derogar
Centralizar

Hasta que traje un diccionario, claro. Ah, y Estelita insistía en que derogar era igual a crear o algo así. Lista, la nena.

Así que, luego dió lugar a el ejercicio más complicado que he hecho en mi vida:

"Completa la secuencia de números:"
Algo así como:
"12, 26, 14, 22, 16, __"

Apuesto a que todos pensaron que 24, ¿verdad?
Pues no, por que ese número no venía en las opciones.
Chingasatumadre, ¿Cómo carajos...?
Eran las secuencias más complicadas que he visto, de verdad. Y los números suelen ser fáciles conmigo. De verdad. ¿Pero qué rayos les sucedía hoy?

Estelita estuvo un buen rato y hayó la respuesta al problema. Desmadre de explicaciones después, logramos explicarle al pobre niño. Que creo quedó atontado con ello.
Estúpida lógica. Apesta. La vida misma no tiene lógica siquiera.

Después, puso cara de "Quéchingad..." con el problema "Una pluma cuesta X pesos. ¿Cuánto cuesta una caja de 12 plumas?"
Si alguien recuerda primaria, nadie vió eso de sustituir números con letras, llamadas literales o incognitas o whatever. "¿Por qué hay letras?" dijo con un tono de pánico claro.

Y mi hermana casi le mata con explicaciones que le hubieras podido dar a alguien que recibió esa clase pero no entendió. "Tranquila, Estelita. Eso todavía no lo ve él, no tiene ni idea. Calmita, que está difícil." le dije con tranquilidad pausada.

Así que a explicar: "Mira, suponiendo que "x" valiera 2, tú lo pondrías como 12x2; pero si es equis, tú lo pondrías 12xX. Pero como eso es confuso, lo ponemos como 12·x o 12(x) o el más usado 12x, que significa doce veces equis, como una multiplicación pues. Entonces, si..."

Creo que lo expliqué bien. Luego procedí a insultar al Centro de Evaluación y noséqué Nacional Marista por que son unos faroles, culeros, fantoches que de seguro enseñan cosas acá en primaria para que nadie más entre en secundaria a menos que sea una eminencia de genio. Son cosas que ni yo sé, ni una licencia, ¿para un niño de secundaria? Hay, déjense de mamadas. Faroles estos.

Así que ahora tengo que escribirles una carta con sincera no-cordialidad sobre sus métodos mamones.

Los maristas son odiosos. Aunque me gusta que crean personas bien ateas. Así chido.

Atte.
Yomera.

PD. Luego fuimos al tianguis y me compré dos películas piratas, y casi, CASI me compro un programa pirata. Allizzia mala.

domingo, 14 de marzo de 2010

This is not a love story.

Ambos miraban la soledad del lugar, con miedo en los ojos pero con decisión. Sabían que era el momento en que todo caía en su lugar. El miedo, insignificante, les llenó los estómagos. Se tomaron de las manos sin siquiera pensarlo, y se impulsaron mutuamente a lo que sería su futuro.

Yo les avisé. Lo juro.

Ella era una artista con la mirada perdida, el corazón triste y el amor perdido. Él era un comerciante, que había perdido el semblante a golpes de corazón. Se habían conocido desde jóvenes, cuando ambos estudiaban. No tardaron mucho en saber sobre ellos, ella había vivido toda su vida con sus tíos, él con sus padres y hermana. El nombre de ella, como de telenovela, era Isabella. El de él, como su abuelo, Emilio. Isabella, conociendo a Emilio con tan solo un vistazo a su mirada, sabía siempre lo que sentía, le ayudaba, le consolaba. Para Emilio, Isabella era un misterio. Poco a poco, después de adivinar casi todo de él, calificó a Isabella como imposible, una mujer como pocas, sentimientos pequeños o nulos y una persona que veía la verdadera realidad.
Aún así, Isabella era una mujer sonriente, independiente, decidida y cariñosa. Cuando Emilio volvía de nuevo con una de sus decepciones sentimentales, ella le recordaba que un error no se comete dos veces. Y cuando cada vez, menos decidido, Emilio volvía a salir adelante; Isabella se preguntaba si estaba haciendo bien o mal.
Nunca nadie pensó que un par así se llevara perfectamente. Ambos siempre tuvieron gustos diferentes. Se encontraron a sí mismos solamente encerrados en un libro favorito que tenían en común. Tenían trabajos diferentes. Él se dedicaba a convencer personas, ella a moldear sentimientos que no encontraba, ni sabía que tenía.
Ambos se guardaban todos lo que sentían bajo su trabajo, del cual, si bien tenían talento, no tenían interés.

Decepciones más tarde, con solo una mirada a los ojos de ambos, supieron que lo que necesitaban hacer era escapar. No necesitaron palabras para empacar, ni para huir.

Huyeron del miedo a lo conocido, para conocer el miedo a lo desconocido. Tomados del brazo, encontraron por azar el lugar donde habrían de vivir. Rentaron una casa y decidieron olvidar quienes habían sido hasta ese momento.
El secreto entre ellos dos.

Emilio llevaba media hora esperando en la entrada de su nueva casa cuando pudo avistar el reflejo blanco dando la vuelta en la esquina. Isabella manejaba la camioneta rentada para la mudanza. Cuando se detuvo y bajó, Emilio no tuvo de otra más que reírse. Hacía tanto que no lo hacía de tan buena gana, que los músculos de la cara protestaron. Isabella usaba un pantalón ceñido de mezclilla deslavada, una playera de franela roja, y un pañuelo en la cabeza; muy al estilo de mudanza americana. Cerró con un portazo la camioneta, y se dirigió a abrir las puertas de atrás, para liberar sus muebles. Emilio se adelantó para comenzar a sacar las cajas.

- ¿Y qué mosca te ha picado a ti?
Emilio estaba apilando algunas cajas, tanto en el piso como en la camioneta, unas sobre otras; Isabella lo ignoró, haciendo lo mismo con las cajas.

- ¿Y has estado aquí todo el mañana, parado como pasmarote?
- Vine a recibir la llave.
Le contestó con tono de herido, el cual arruinó, por que sonreía para sí mismo. Tomó un par de cajas y caminó hacia la puerta de la casa.
Isabella se tiró de espaldas en el pasto del jardín, y cuando Emilio salió, le miró interrogativamente desde arriba.

- Es que manejar cansa.
- Sueñas que yo voy a bajar todo eso. Párate.
Y la movió con un puntapié en las costillas. Isabella se quejó levemente, y se levantó.

- Eres un brusco.
Pero la casa estuvo arreglada en poco menos de un día. En medio de la noche, se sentaron en la sala diminuta a mirar alrededor. Estaba más sucio y vacío que sus almas. Sintieron que un peso les caía encima. ¿Qué se debía hacer luego?

Emilio abrió la puerta y miró a su alrededor. Se sentía incómodo e inapropiado en su nueva casa. Como si estuviera demás ahí. Isabella pasó blandiendo trapos y detergentes en la mano.

- ¿Qué te sucede? Llevas limpiando por cuatro días. Ya es suficiente.
- Nunca lo es –le contestó con una sonrisa, pero sin mirarle.
- No tienes nada que hacer ¿verdad?
Isabella le dirigió una mueca y se trepó en un sillón para limpiar los cortineros.
- Bueno, ya. ¿Dónde habías estado tú, señor ocupado?
- Conseguí trabajo.
- Creí que ya no necesitabas trabajo.
Emilio recordó lo que había pasado en su antiguo trabajo. El hospital, la aseguradora… el accidente. Sacudió las imágenes de ese momento.
Quiso quedarse callado por mucho tiempo, pero Isabella le miraba expectante y el silencio era atenuante.
- Para tener algo por qué levantarme por las mañanas. Que no sea limpiar.
- Cállate. El lugar ya se ve habitable gracias a mi.
- Si, se mira habitable y huele a lejía.
Isabella le atestó un golpe en las costillas. En verdad no tenía nada que hacer. Extrañaba los días en que tenía un trabajo, en que iba a la escuela solo para pintar o moldear. Cuando recibía encargos para adornar oficinas, restaurantes, cafés o lugares públicos “culturales”. Volteó a ver su reconocimiento en una mesita de madera; aquel que le habían dado gracias a sus esculturas en el edificio municipal nuevo.
Cuando ambos se sentaron a comer, se sintieron más solos que nunca.
- ¿Y de qué es el trabajo?
- En una farmacéutica. Vendo medicinas a los consultorios.
- ¿Y qué voy a hacer yo sola aquí, entonces?
Emilio lo pensó muy bien. Él estaba comprometido a dejar de trabajar, pero necesitaba trabajar para dejar de recordar. No sabía que decirle a Isabella, que estaba claramente molesta.
Isabella se acercó a él con todo y silla, y se recostó en su pecho. Cerró los ojos. Emilio la abrazó, sintiéndole frágil y pequeñita en sus brazos. Él no sabía que para ella, esto también se suponía terapéutico.

- ¡Isabella! – Le llamó Emilio cuando llegó.
Su trabajo era corto de suma facilidad. Era lo que más se le daba; fingir que todo era perfecto. Pero ella no estaba en la sala, donde siempre solía encontrarla. Subió al segundo piso, llamándola. Abrió la puerta del dormitorio vacío y se recargó en el marco de la ventana por un rato.
- Me imaginaba que escondías algo. Pero supongo que me lo merecía.
- Yo también necesito hacer algo. Y yo no sé hacer nada más. Tu compañía te habrá mandado al cuerno, pero yo no tengo compañía.
- ¿Cuánto lleva esto aquí? – preguntó Emilio, gesturizando hacia la pintura.
- Desde el día que te fuiste a buscar trabajo. Así que enójate. Ambos rompimos la promesa; ambos trabajamos, pero yo no trabajo para nadie.
No fue que eso le doliera pero a Emilio le molestó que ella también le hubiera hecho eso. Salió por un momento a tirar el saco, la corbata y el portafolio. Luego entró gritando violentamente.
- ¡Párate! ¡Sal!
El cambio asustó a Isabella por un momento. Emilio la tomó del brazo violentamente y la sacó a la fuerza. La arrastró por las escaleras, abrió la puerta del frente y la tiró en el patio.
- ¿¡Qué carajo te sucede?!
- ¿Hace cuánto que llevas ahí encerrada? Te ves blanca, te hace falta sol.- Le contestó cínicamente, con una sonrisa burlona en la cara. Isabella se quejó y se puso de pie. Luego corrió hacia la puerta. Emilio la detuvo con un solo brazo. – Y ni te atrevas a entrar de regreso.
La tomó en vilo de nuevo, y la tiró de espaldas en el pasto. Ella se retorcía intentando escapar; pero él era más fuerte y la retenía en el piso. En algún momento dejó de luchar para aventarle una colección de insultos. Luego su vista se desvió en otro tipo de mirada. Emilio la siguió. Una vecina les miraba con cara de preocupación. Eso debía ser algo que no veía todos los días. Él se levantó y levantó a Isabella. Ambos se sacudieron mientras miraban a la apenada vecina, que sabía que había sido descubierta y no encontraba donde esconderse. Isabella se sonrojó, Emilio le tomó de la mano y caminó hacia la mujer. Isabella, aunque incómoda, decidió seguirle el juego.
- Disculpe, no nos habíamos presentado. Yo soy Emilio, y ella es Isabella. Nos acabamos de mudar al 56, aquí a dos casas.
- Ah. Yo soy la Mireya. Vivo aquí con mi hijos desde hace 5 años que me casé. Disculpen, no quería importunarles.
- No se preocupe, íbamos de salida de todos modos. Mucho gusto en conocerla, Señora Mireya.
- Llámeme Mireya solamente, mucho gusto. Con su permiso…
Y así huyó la primera persona que habían conocido en todo el lugar, por primera vez.
- Entonces, ¿íbamos de salida a dónde?
- Pues a comer. Y a que te dé el sol. No es broma, estás transparente, como papel de arroz.
Pasaron a comprar algo a un local, y comieron sentados en una banca de un parque deportivo que encontraron al final de la calle donde vivían.
- ¿Y cómo te va en el trabajo?
- Bien. Me pagan por convencer a los médicos que unas píldoras les va a curar la soledad. ¿A ti?
- Yo no trabajo. Pero bien.
- Yo no me voy a enojar por que pintes. Haz lo que se te venga en gana. Yo no estoy para decirte que hacer y que no.
- Lo que pasa es que ya no sé que pintar. Pero te voy a tomar la palabra.

Isabella abrió la puerta renegando, por que seguramente él habría olvidado algo del portafolio. Pero cuando abrió la puerta, quien le esperaba era Mireya, con un plato de algún revoltijo de algo. Tenía cara de arrepentimiento. Isabella le dirigió su mejor sonrisa.
- Eh, buenos días.
- Mire, yo la verdad vengo a disculparme por lo de ayer. Es que no habíamos tenido nuevos vecinos hace mucho, y cuando ayer salieron así… Pues para lo que guste, en el 64 tiene su casa.
- Muchas gracias, Mireya. Ándele, entre.
La señora entró dudosa al lugar, y vio con asombro adentro. Isabella llevó el traste a la cocina. Mireya miró a todos lados.
- Se instalaron sin problemas, ya veo.
- Sí, pues no teníamos mucho que hacer más que desempacar y acomodar.
- Ah, yo supuse que con el trabajo…
- Se suponía que no íbamos a tener trabajo, pero ahora resulta que si. Pero la primera semana, no teníamos nada que hacer.
- Pensé que la mudanza se debía al trabajo de su esposo.
- ¿Mi esposo? No, se equivoca usted.
A Isabella no se le hubiese ocurrido que las personas pensaran eso. Pero tenía sentido, eran una pareja mudándose.
- Nosotros somos amigos. Hemos sido amigos desde hace mucho tiempo, y decidimos que era tiempo de un cambio. Vinimos juntos para apoyo moral mutuo.
Pero Mireya no pareció tragarlo. Le miró con desconfianza. Al final terminaron platicando sobre otras cosas, y ambas, ganando una amiga. Mireya tenía dos hijos:
- Una niña que acaba de entrar a la escuela, y un chiquito.
Le había dicho ella. Isabella le platicó lo que ella hacía, de cuando enseñaba artes plásticas en un colegio, y Mireya le platicó que su esposo era maestro en la secundaria de ahí cercas. Cuando Isabella levantó el brazo en manierismo, Mireya pudo ver marcas. Isabella se descubrió los moretones del día anterior. Golpes interrumpieron. La hija de Mireya entró corriendo en la casa.
- Debería irme, ya es tarde. Mi esposo no tarda en llegar.
Isabella se despidió y le agradeció. Miró su brazo una vez más.

Cuando Emilio llegó, Isabella ya tenía lista la cena, acomodada la mesa, y los platos puestos. Emilio miró las escaleras tentativamente pero luego se decidió a sentarse.
- Llegas tarde. Hueles a alcohol y no me invitaste.
Pero él no contestó. No tenía ni las ganas ni el humor. No había ido a trabajar. Había pasado la mayor parte del tiempo manejando y dando vueltas. Fue al parque, caminó por las calles y finalmente se detuvo en un bar de mala facha. No hacía falta ser un genio para entender que era enfermedad de la memoria, y rotura del alma. Ella era mucho más que un genio de todos modos, y conocía a Emilio demasiado. Le trató entonces como si nada pasara, aunque el día tampoco le había hecho muy feliz a ella.
- Mejor me retiro a dormir. Estoy cansado.
- Mejor comes, por que vas a ver la que te armo si te atreves a seguir de mala copa.
- Isa, por favor.
Pero Isabella le aventó la comida enfrente y se dispuso a comer. Sin discusiones. Emilio revolvió el plato con mala gana y se fue en cuanto pudo. Tomó una botella de vino de la cocina, y se encerró en su cuarto. Pasó la noche sentado en una esquina, bebiendo y llorando como niño. El alcohol le impidió intuir que Isabella le vigilaba desde afuera, le escuchaba, y cuando por fin le durmió la bebida, no sintió cuando le arropó.
El día siguiente, poco después de salir el sol, Isabella entró saltando, canturreando e irradiando felicidad al cuarto. Abrió las cortinas y deseó buenos días a la criatura que le miraba desde el piso con los ojos inyectados en sangre.
Ella le tomó del brazo, le condujo al baño, y abrió la regadera. Le pasó ropas limpias y cuando Emilio salió, se encontró la cama tendida y olor a limpio.
- Rápido, que ya nos vamos.
- Tienes que conseguirte algo más que hacer, para eliminar esa mañana tuya de limpiar todo lo que puedo ser desinfectado.
Ella le respondió con una sonrisa enigmática y le jaló del brazo. Caminaron un buen rato, y al final comieron en un cenadorcito donde entraba toda la luz matinal y que Emilio comenzaba a odiar.
La tarde la caminaron por la Alameda. Emilio no había dicho más de diez palabras en todo el día. Así que cuando Isabella cerró la boca en un final inesperado, un silencio robó el viento.
- ¿Ya? ¿Es todo lo que vas a decir?
- Ya se me quitaron las ganas de hablar. Habla tú si quieres. Yo voy a ver las nubes.
Emilio entonces miró las nubes también. Y así se quedaron ambos por un momento hasta que ella miró el piso. Él, intrigado, la miró por un momento.
- Deberías conseguirte a alguien más, ¿sabes? Dejarte salir de tu propio encierro.
- Creí que ya no ibas a hablar.
- Creí que prometiste olvidar.
- No es tan fácil…
- Ya sé que no.
- Tú no sabes.
El comentario de él había herido mucho más de lo que habría creído. Isabella había tenido un largo historial de sentir algo que no era, o simplemente no sentir. Hasta la fecha no recordaba lo que era querer y había dejado de interesarle desde hace mucho tiempo.
Pero nunca se imaginó lo que tanto silencio y excesivo tiempo libre le iba a causar recordar.
Ambos se marcharon cabizbajos, él a encerrarse de nuevo y ella a su improvisado taller.

Al siguiente día, él se levantó temprano para irse al trabajo. Se asomó al cuarto de ella, que estaba vacío. Isabella se había quedado dormida en el taller. Emilio salió sigiloso. Cuando regresó, Isabella se había ido. La casa estaba vacía y sus llamadas se hundieron en el sonido de la lluvia.
Cuando regresó tres horas después, Isabella estaba empapada hasta los huesos.
- ¡Isabella!
Exclamó Emilio, que corrió a buscar una toalla. Tomó la más grande y regresó para envolverla. Ella temblaba tanto que no podía decir nada, él tampoco le quiso preguntar. Después de intentar secarla, la tomó en brazos y la llevó hacia la cama. Le quitó la ropa y la envolvió en las cobijas de su cama. Al final, la abrazó. Ella estaba helada. Isabella se acurrucó entre los brazos de Emilio, y, jadeante, explicó:
- Yo quise quererle, Emilio. De verdad. Pero me faltaron fuerzas.
Emilio la calló en un susurro. Le dijo que él sabía que lo había querido, pero a su manera. Le juró que todo iba a estar bien. Él estaba seguro de que Isabella no había comido en todo el día. Así que cuando ella por fin cerró los ojos por debilidad, el bajó a calentar sopa. Así le encontró ella cuando bajó sin ropa envuelta en sábanas y cobertores. Se sentó en la mesa, y él le sirvió un tazón.
- Perdón.
Se dijeron ambos. Y luego sus miradas penetraron una en la otra, bastando para saber que ambos tenían veneno en la garganta, y dañado el corazón.

Emilio se estacionó frente a la casa, donde había una mesa, tres sillas, e Isabella frente a dos niños pequeños. Se le acercó a Isabella para murmurarle en el oído.
- ¿Qué rayos?
- Enseño a pintar a la hija y sobrino de Mireya. Con la visita se vuelve loca, y le entretengo a los niños un rato.
- ¿Por qué no están en la escuela?
- Llevamos 5 meses aquí. Es verano. Cómprate un calendario.
Ella siguió hablando con los niños, cuyos lienzos tenían menos pintura que sus caritas. Ignoró a Emilio. Él entró a la clase y salió con una silla.
- Pues entonces dame clases a mi.
Entonces se inclinó sobre la mesa, cogió papeles y pinceles y mojó en pintura roja uno de ellos.
- ¡Así no, Emilio! Menos pintura y más amor, que masacras al pincel. ¿Qué te planeas pintar?
- Yo que sé. Una manzana.
- Entonces ese rojo no. Necesitas uno más oscuro, y amarillo y café.
- ¿Y verde?
- ¿Para qué quieres verde con una manzana?
- Pues para dibujarle una hojita.
- ¿Cuándo has visto una manzana real con hojitas?
- Bueno, para el gusanito.
- Eres peor que las niñas.
Un rato y dos manchones rojos después, Emilio decidió retirarse a comprar algo para comer. Isabella mandó a los dos niños a lavarse, para que Mireya no tuviera un colapso nervioso. Comenzó a recoger las cosas y limpiar un poco. Mireya se acercó.
- Los niños están en el baño. ¿Y la cuñada?
- Que se quede con su hermano, que ya me tiene hasta la coronilla.
- Pues creo que ya se aburrió por que ahí viene.
Una señora, alta y delgadísima, se les acercó.
- Usted debe ser la hermana del esposo de Mireya. Mucho gusto Señora…
- María. Tú eres la nueva vecina. La que pinta, según Mireya.
- Ya no pinto. Pero sí, la nueva vecina.
- Te ves joven, ¿vives sola?
- No. Vivo con Emilio. Un amigo.
- ¿Un amigo? No lo creo. Una señorita no debe vivir sola así, con un hombre.
Pero la señora se vio distraída con los niños que salieron volando, con las manos y la cara limpia, pero la ropa hecha un arco iris.
- Un amor, su cuñada.
- Déjela, es una megalomaniaca, tiene aires de realeza. Pero en una cosa tiene razón, Isa. No es normal que señoritas como tú tengan hombres como inquilinos. Ya sé que son muy conocidos y todo, pero ya vez como son los hombres, Isabella.
- Ya sé lo que piensan, Mireya. Pero Emilio es un hombre roto, yo lo conozco.
- No dije que estuviera mal, solo que no es normal. ¿Oyes? Creo que el niño está llorando. El niño consentido de mi sobrino se trepa a su cuna. Gracias por cuidar a los niños.
- Cuando quieras. No tengo nada más que hacer.
Y Mireya se fue corriendo. Isabella puso todas las cosas en una bolsa y las metió a la casa. Las puso en la sala. Emilio entró después.
- ¿Ya no hay niños?
Isabella no contestó.
- Entonces a comer pues. He traído unos panes que según el de la tienda, son hechos por el mismísimo Jesús.
Isabella siguió sin contestar, poniendo la mesa.
- Háblame mujer, para saber si no te has quedado muda de la fiebre que te dio hace días.
- ¿Ahora eres tú el único que se puede poner melancólico?
Así le contestó ella, con rabia y resignación en su voz. Pocas y contadas eran las veces en que hubiese hecho estas escenas, y aún más pocas las que Emilio había podido presenciar. No era agradable. Ella le miró con ojos velados de la madurez que él no tenía. Luego le dio la espalda de nuevo. Terminaron de comer en silencio, ella mirando el plato, y él fingiendo mirarlo también, pero lanzándole vistazos de reojo. Al final, ella se levantó rápidamente e intentó huir por la puerta del frente. Emilio la tomó de un brazo.
- No me toques. ¡Déjame!
Pero Emilio la ignoró, y la encerró entre sus brazos. Isabella luchó en vano. Luego volteó a verle.
- Déjame. ¡Déjame! ¡Yo no puedo huir de lo que me persigue como tú lo has hecho! Y si pudiera, tampoco lo haría…
Emilio la miró herido. Pero la cara de Isabella estaba decidida, y se sacudió los brazos de Emilio. Pero él siguió tomándola del brazo.
- Por favor, Isabella. Razona…
- Suéltame.
- Quédate. Vamos a hablar.
- ¡Suéltame! ¿O qué? ¿Buscas volverme a marcar la mano en el brazo? - Las palabras quemaron. Incluso a la propia Isabella. Emilio le soltó. - ¿No te basta con ser un hipócrita?
Emilio actuó bajo instinto. Su orgullo estaba herido, y le ardían las entrañas por dentro. Esas palabras varias veces las había escuchado. Levantó su mano y la abofeteó. Ella le miró por un segundo, y subió. Se escuchó un portazo. Él no creía lo que acababa de hacer.

Ya casi llevaba un día dentro, y no había logrado hacerla salir. Emilio lloraba suplicante en la puerta.
- Isabella, perdóname, por favor…
Horas más, estuvo rogando él. Pero ella jamás cedió. Al final, decidió ir por algo de comida, y quizás el olor la invitaría. Cuando Emilio consideró demasiado tiempo, comenzó a asustarse. Otras horas más tarde, decidió forzar la puerta. Lo había aprendido hacía varios años, y un alambre después, abrió la puerta y corrió dentro. Isabella estaba de espaldas hacia la puerta. Él la abrazó, y la tocó revisándola, mientras lloraba. Ella desviaba la vista.
- Isabella, perdón. Isabella, mírame, perdóname. Isabella, por favor, mírame.
Pero los susurros de Emilio eran insuficientes.
- Suéltame. Por favor.
Fueron las únicas palabras que salieron de sus labios. Emilio sabía que lo merecía. Pero no iba a dejar de intentar. La volvió a tomar entre sus brazos, y a besarle la mejilla y la frente. Isabella intentó alejarlo con golpes. Por momentos ninguno estaba dentro de si. Ya no sabían que sentían, ni que querían, ni quienes eran. Se buscaron la piel, la cara, los labios. El tiempo perdió su significado. Ellos perdieron el nombre y la respiración. Se probaron cada parte del cuerpo. Se mordieron los labios, las ansias y el ser completo. Se entregaron con rabia, con arrebato y con coraje al mundo. Al final se quedaron dormidos, olvidando que había un universo alrededor.
Cuando Emilio despertó, Isabella estaba sentada, dándole la espalda.
- ¿Qué estamos haciendo Emilio?
Pero a Emilio le faltaron voz y palabras para responderle. No sabía ni que decir ni como proceder. Se quedó acostado, mirándola, como si las palabras fuesen a aparecer en el aire como traídas por el viento. Isabella le comprendió.
- ¿Qué estamos haciendo, Emilio?
Le preguntó de nuevo, esta vez con odio en sus palabras. Emilio escondió su mirada en el infinito. Isabella volteó a verle, con los ojos de piedra, sin emociones, que todos le habían conocido. Le miró como se mira a un espejo roto. Emilio le correspondió la mirada entonces. Ninguno de los dos tenía idea de lo que había hecho, ni pretendía encontrar la razón. Isabella se levantó y se fue. Ambos se vistieron y se encontraron para comer. Ninguno se atrevió a hablar ni a mirarse.
Cuando terminaron, no supieron que hacer. Se quedaron inmóviles. Se vieron finalmente. Ella habló finalmente.
- Lo que pasó. Eso no significa a nada. Tú la amas a ella.
Isabella habló con frialdad. Emilio abrió la boca para decir que no era cierto. Pero ambos sabían que él deseaba que las caricias de anoche vinieran de otra persona. Para cuando él quiso mentir, le faltaron fuerzas. Miró la mesa, sabiendo lo que Isabella pensaba. Ella estiró la mano por encima de la mesa, le tomó la cara y le levantó la mirada.
- Ni te arrepientas.
- Pero, Isabel… ¿Tú…?
Las palabras se le perdieron. Emilio no tenía idea de nada.
- ¿Yo? Yo no amo, Emilio.
Isabella se levantó, esbozó media sonrisa, besó la frente de él y salió. Volvía a ser la misma de antes.

Bueno, muchachos, mis lectores inexistentes, esta entrada es mi entrada #100.

La historia es un regalo a todos ustedes.
Disculpen los errores, el copypaste no se me da.
Así que, gracias a todos.

PD. Me encantó mi historia, está larguísima, no me importa.


domingo, 7 de marzo de 2010

De pueblos y religiones.

Estuve pensando en mis últimos posts y me he dado cuenta de lo emo que sueno. No estoy negando ser emo (bueno, en realidad... no soy emo |) pero es que estoos días como que a una le da fatiga y de tanta presión se le pone a uno emo el tiempo.

En fin, ya que estuve pensando en algunas de las pequeñas cosas buenas de esta semana, me decidí a ponerles una crónica más divertida y quejumbrosa. Más "muchosa" pues... mas "alicia"...
(jejeje... ooh yeaaaah!)

En fin, me decidí a contarles de este sábado, la confirmación de mis primos los pueblonuevenses. Resulta que el domingo pasado uno de mis primos (los pueblonuevenses) hizo la primera comunión para, precisamente, hacer la confirmación que tuvo lugar el día de ayer.

De la primera comunión también hay datos bien importantes, como:

  • Que llegué tarde. Como siempre.
  • Que los feligreses agitaban en sus manos una paloma de fomi (sucia y malhecha, con la diamantina caida) pegada al final de un palito de madera al compás de la tipa que cantaba que (aparte de que ya había tenido la desgracia de escucharla en una fiesta de los Elías), oh sorpresa, tenía una voz tan fea y aguda que estoy segura que mi prima (la pueblonuevense más reciente) quiso suicidarse atragantándose con su chupón.
  • Que había doñas vestidas de la Ma...estra Lupita, del tipo solteronas con nada que hacer más que jalársela al padrecito.
  • Que había una banca llena de niños a un par de metros de mi lugar, y una de esas niñas (pemítanme describir) traía vestido blanco feo de esos de Popis mamón, arreglito blanco en el cabello de tipo soyunavirgenyloseréhastaelmatrimonio. Siempre contestaba las preguntas del padre (quien la miraba con ojos de hayotraveztú,comoqueyatedeberíasirlargando¿no?yaestufas. Cuando el padre hablaba, ella repetía las palabras hacia sí misma con los ojos cerrados y cara de realización... o que tenia mucho placer un pequeño orgasmillo... no sé...
  • Que el padre tenía voz de alcoholico-fumador empedernido, parecía que tenía el hígado hinchado (o los riñones... o todas sus vísceras... o tenía una gordura extraña), y tono de violador-pederasta.
  • Que cuando el padre dijo "Para gozar hay que sufrir" o algo por el estilo, me imaginé a la niña catolinerd en una imágen de S&M (No me molesten, tengo 16 años y un hipotálamo activo).
  • Que tomé a mi prima (la pueblonuevense más reciente) en brazos para no tener que participar en la eucaristía. Mi hermana intentó quitármela.
  • La abuela de los pueblonuevenses nos miró feo por que, claro, ella es fanaticatólica. No importa, es demasiado "dama" para reprochárnoslo.
  • El tipo del coro cantaba y tocaba bien... pero estaba encerrado en una inglesia... pobre hombre.
  • Cuando salí, comí churros, fruta, nieve, frituras de todo lo que había afuera. Y me encontré a Ilze... Somos taaaaan santas...
En fin, hoy supondríamos, era la continuación. Así que mi madre me levantó a gritos.

- Vas a llegar tarde, y no te vamos a llevar.

No importa que esa frase no tengo coherencia, es de mañana y yo no pienso.

- ¿Aone ams?¿Rqé?

Eso es Adónde vamos, y Por qué en idioma tengosueñoydéjameseguirdurmiendo.

- A la confirmación.

- ¿Esoy?

Verán... ya conoce mi lengua. Casi siempre. Así que me levanté a regañadientes, me bañé, y me puse lo primero que hayé que fuera decente para ir a misa con gente de rancho que se cuelga hasta las piedras para verse elegantes en misa.
Supuse que mis hermanas llegarían hallá por que no había ni señal de Estelita y Nina.
En el auto me desengañaron. No iban a poder venir por que... la confirmación era en un rancho.
No un pueblo... un rancho.

No me cayó la realización hasta varios kilómetros después. ¿Qué carajos iba a hacer un obispo o como se llamen esos tipos con cara de pederastas en un rancho? Seguro eran narcos.

Cuando llegué, me cayó el veinte de estar en un rancho. Una pastora pasó arreando sus cabritas (aaaw, las pequeñitas eran bellísimas... hasta me daban ganas de comérmelas... en barbacoa) bien lindo.
Era un rancho sin duda, pensé yo cuando me bajé y me dió el tufo a miertiercol y animal. Oh, fuck it. Más que una iglesia, lo que estaba recargado de gente era una hermita. Había gente alrededor sentada en sillas que denosédondetrajeron y bancos improvisados. Había gente de típico rancho, y otras que tenían finta de ser "ricos de pueblo". Esos que traen ropa acá de ciudad, o por que son pochos asquerosos o por que son los ricos del pueblo y siempre están yendo y viniendo a la ciudad. Bueno... es una difícil explicación.
En fin, yo maldecí a los estúpidos fanáticos por que no iba a tener donde sentarme, e iba a estar parada en el sol. Entonces ahí estabamos como zonzos parados hasta que salió mi tio y dijo, "dejen les traigo unas sillas". Bendícelo Jebuz, a mi tío el sillatraedor. Resulta que las sillas estaban por allá en el fondo, donde posiblemente iba a haber una fiesta en honor o del obispo o del morrito confirmao. Y nosotros nos robaríamos las sillas. Buajaja...

En fin, ya sentados llegó mi prima la pueblonuevense a molestar con su voz aguda. Y yo con mi paciencia infinita me puse a darle el avión. Entonces me pasaron una bolsa de confetti.

- Para cuando llegue el obispo.

¿Qué chi...? Nel ni madres, a mi me gusta el confetti, y me lo voy a aventar a mi misma para sentirme festiva.
Luego unas viejas se pusieron a discutir sobre como deberían aventar el confetti, que mejor para arriba, por que sino luego le dan en la cara a la gente, y luego se les mete en la boca o en los ojos. Y uuuuy, no fuera el obispo, por que dios nuestros señor de los cielos se puede enojar y mandarnos un rayo... No de hecho, el que manda rayos es Zeus... bueno, te mandaría al infierno cuando mueras.

"Me encantaría que el padrecito tragara confetti" pensé yo. Pero entre tantas fanáticas me podrían matar, así que cambié de plan. Aventaría el confetti a todo mundo. Así nomás. Por que los quiero a todos.

Eran las 12:25 y el padre tenía ya media hora de retraso... Pero no importa, cuando llegara, le ibamos a lamer los huevos... Supongo que eso era lo que el tipo pedante esperaba.

- Cuando llegue el padre, los molesto con un fuerte aplauso y un viva, por favor.

- Uy, ahí si le voy a fallar.

Mi madre me miraba con  ojos fulminantes. Pero es que odio a los fanáticos.

-Formen una vaya para cuando llegue el padre.

- ¿Qué es una vaya?

- Los de acá de este lado y los de allá de este otro.

- ¡¿Qué es una vaya?!

- Por favor, una vaya, para cuando llegue el señor obispo.

- ¿QUÉ ES UNA VAYA?

En resumen, una vaya es formar una fila de gente. Perdón pero formar una vaya con gente no está entre mis diccionarios personales.

En fin, llegó el padre y nadie aplaudió, todo mundo le besó la mano (lo cual me recuerda a mi y a daniel en la secundaria y nuestras caras de ohporelnombredejebus,mátenos cuando nos dijeron que le besáramos la mano al obispo... lo cual no hice), nadie gritó viva, el confetti se impactaba en el cuello del obispo con cara de pederasta, y mi confetti cayó sobre todos los que estaban ahí. Me agrada el confetti.

Y mientras la misa se desarrollaba, yo jugaba con mi prima. Una morrita que estaba a un lado de nosotras, más o menos de la edad de mi prima, estaba de ajerosa y nos soplaba el confetti con el que jugábamos. Oh y fue tan divertido cuando nos callaban, yo ponía cara de niños¿Quévamosahacerles? o yasabecomoson. Al final, entré al lugar a tomarme una foto y casi me mato. El piso era resbaloso. Era un edificio nuevo. Chales, nomás lo construyeron para eso, ¿o qué carajos?
Al salir, la mitad de la gente se había ido. La mayoría de lo que había utilizado como bancas, eran bancas... de escuela. De esas de las de antes, de las que siempre salen en las tiras de Quino. Yo las miraba con mucho interés.

- Son bancas de escuela de las de antes.

Me dijo mi tio.

- Sí, a mi me tocaron unas separadas de fierro que cortaban las piernas de las mujeres por que usamos falda.

Él se cagó de risa. Luego me le acerqué muy sigilosamente y le digo en el oído.

- Deberíamos irnos. No le vaya a dar un ataque al padrecito y nos acusan de su muerte a nosotros por herejes.

Así que en conclusión: odio la iglesia, y la odio más en los pueblos. Le quitan lo divertido.
En los pueblos no me puedo reir de las niñas catolinerds.
Además, en los ranchos hay niñas ya más zorras que yo, si hasta me dió pena ver a una nena más inhibida que yo. En cinco años ya está en el mercado.

Y en la ciudad, puedo contemplar a mis hermanas peleándose con las doñas lamehuevos de la iglesia.

No tiene precio.

sábado, 6 de marzo de 2010

Hay peores cárceles que las palabras.

Un escritor nunca olvida la primera vez que acepta unas monedas o un elogio a cambio de una historia. Nunca olvida la primera vez que siente el dulce veneno de la vanidad e la sangre y cree que, si consigue que nadie descubra su falta de talento, el sueño de la literatura será capaz de poner techo sobre su cabeza, un plato caliente al final del día y lo que más anhela, su nombre impreso en un miserable pedazo de papel que seguramente vivirá más que él. Un escritor está condenado a recordar ese momento, por que para entonces ya está perdido y su alma tiene precio.

Esas palabras, se han convertido en las favoritas de mi vida. Mi prefacio, mi epifanía y mi posiblemente mi epitafio. Cuando leí esas letras por primera vez, las acaricié con los ojos, supe que ya no había remedio. Estaba inmensa en un mundo de letras que nunca iba a acabar, que me iban a perseguir por el resto de mis días hasta que mi vida decida que ya no hay para más.
Supe que lo mejor que fuera a escribir en toda mi miserable vida no llevaría mi nombre, y se llevaría mi alma. Estaba condenada.

Aquellos que escriben por encargo, no son escritores. Lamebotas que nos roban el negocio y que se llevan la gloria. Que se llevan tu trabajo, y entre sus páginas, tu alma. Te roban la vida, el deseo, el amor y los sentimientos.

Escribir no es tan fácil como se piensa.

Cualquier tonto escribe algo para complacer a los demás.

Un verdadero valiente escribe lo que le dicta su propio aliento.

Dedicado a: dos de las personas que me han entregado su alma, una escrita en páginas, otra plasmada en sus labios.

miércoles, 3 de marzo de 2010

In the middle of a gun fight, in the center of a restaurant, they say "come with your arms raised high"

Había olvidado que conozco esa mirada. Una última súplica.
Hacía años que no sentía compasión por unos ojos inyectados de miedo y sangre.
Mi dedo sobre el metal frío titubeaba. Mientras yo le miraba hacia arriba comencé a preguntarme si no habría una mejor forma.

Mi esposa tendría mi quinto hijo en tiempo de nada. Ella pensaba que estaba en otro lugar, haciendo algo mejor. De lo que estoy más orgullose es de mi hijo. Dice que de grande quiere ser Ingeniero. En eso de las computadoras que nomás no llego a entender. La del medio es una geniesillo en la escuela, de esa de los puros dieces y todo. Ella dice que quiere ser doctora. Los más chicos ahí la llevan, pero no dudo que serán de los mejores. Los quiero mucho.
Entonces recordé por que estaba allí. Yo quería que mis hijos hicieran lo que quisieran. Yo lo recuerdo. Recuerdo cuando me quedé sin nadita que hacer. No podía comprarle la ropa ni los lápices a mis niños. Mi esposa me pedía y me pedía para la alacena, y yo le contaba los centavos. Llegó el momento en que me quebré por que mis hijos me decían que tenía hambre.

Entonces mi dedo apretó el gatillo. Quedé bañado de sesos y trocitos de cráneo. Sangre, más que nada.
El jefe no tardaría en pagarme otra vez.

__________

Bueno, disculpen aguarles la fiesta a todos los que se quejan, pero quería ponerles una nueva cara de la historia.
Recuerden que aquel que tiene un arma en la mano también es una víctima.
Víctima de la pobreza, víctima del gobierno, víctima de los políticos.
No necesitamos "Oportunidades" para estas personas, que no tienen trabajo. Necesitamos darles una oportunidad de trabajo, no incitar la flojera. Que el gobierno deje de robarse el dinero para volver más pobres a los pobres, que lo invierta en obras para producir.

Ya me puse bien quejumbrosa pero es su culpa, ¿Ya ven?

Chales pues, ya me voy.

PD. Disculpen los mensajes emo, lo que pasa es que me ha dado por esucchar música ligeramente emo. No sé, pero pues, a veces a uno se le da.



martes, 2 de marzo de 2010

Give me all your poison, give me all your pills, then fire at will.

I wear this on my sleeve.

Tengo muchas preguntas existenciales. Son importantes, por que gracias a ellas indagamos. Y gracias a indagar, pueden llegarles mis letras.
Hoy vi una pelicula muy existencialista: podíamos extraernos las almas, observarlas, congelarlas y guardarlas.

El alma del personaje, tenía forma de un garbanzo.

Ahora pregúntense, ¿Qué forma tiene mi alma?

Yo esperaba que la mía fuera como una tirita delgada de algún metal brillante, larga y retorcida. Suave a la vista, fría al tacto.

Había un alma con la forma de un dulcecito.

¿Era una metáfora? ¿O sólo para enseñar que las cosas no son como parecen?

Quizá la segunda. No lo sé. Supongo que mi alma entonces sería un arcoiris de humo.

En fin, podríamos estar miles de horas decidiendo de qué forma es el alma de las personas. Pero no tenemos el tiempo ni las ganas. Al menos, yo no.

Lo siguiente en la lista es preguntarnos si estariamos dispuestos a vivir sin alma. En la pelicula, no te quitaban TODA el alma. El personaje se deshacía de un 95% de su alma. Se decía que del 5% del alma podía crearse una nueva.

Eso estaría chido, ¿no? Puedes deshacerte de tu antiguo yo, y crear un nuevo yo a partir de tu antiguo yo. Con tu misma esencia, pero 95% diferente. Me agradaría. Podría mudarme, iniciar una nueva vida, tomar otro trabajo, estudiar, cambiar simplemente.

En la película había esto llamado la "mula". Eran las personas que se "rentaban" para traficar las almas. Pero, como no se iba el alma completa, formaban un alma de pedacitos de alma.

¿Suena tierno, no? Pues imaginense no ser. O ser otras personas. Ser nadie.

Tiernísimo.

Ahora sí, ¿Renunciarían a su alma?
¿Bajo que condiciones?
¿El alma de quién?

Siempre he pensado que el alma no se va completa. Más bien como si se partiera. Así, a lo Voldemort. Excepto que no es cuando matas a alguien, claro. Sino que cuando dejas entrar el alma de alguien más. Y viceversa. Pero no vuelve a salir. Es como crear una aleación de almas. Un trozo de una, y un trozo de la propia. Aquel se queda con el trozo de la propia, y la suya. Para siempre.

Igual, posiblemente estaría dispuesta a hacerlo.

Al final, alguien recuperaba su alma, y alguien la perdía.

¿Quién creen que fue feliz al final? Le doy una estrella dorada imaginaria a quien lo adivine.

Lo que nunca supe es por que las memorias de una persona llegaban ligeramente ligadas al alma. Niños, bebés, tristeza.

Jamás lo sabremos, el alma desapareció.

No es necesario decir lo tanto que me deprimió esta pelicula, ¿Querrían ustedes ver dentro de su alma?

La mía no debe tener luz. Y le tengo miedo a la oscuridad.

lunes, 1 de marzo de 2010

And the dream that you dreamed of once in a lullabie.

[Post que debió publicarse el sábado 27]
Hoy tenía que despertar temprano para cumplir algunas promesas.

Pero no pude. Y les contaré por qué.

Hoy tuve el sueño más bizarro que he tenido en mucho tiempo.

Verán. Todo comienza cuando decido irme a dormir... Ah, el sueño, sí. Bueno, eso comienza, (según recuerdo) en una plaza.
Estoy con algunos amigos (yo supongo, por que les hablaba muy bien y toda confienza y buena onda) que por cierto jamás he conocido.

Voy caminando, y booom! que me dicen, "te voy a comprar algo ahí, por que es tu cumpleaños". Lo más posible es que anoche fue 30 de febrero.
Entonces entro pues requetebienfeliz, por que es una tienda de CD's.
Y me pongo a ver todos los discos, y todo chido buena onda. Y decido que quiero un disco que cuesta $30 pesos... o uno de $90. No sé por que los discos eran tan baratos, pero hey, es mi sueño.
Así que el tipo que era más culero y burlesco y que venía molestandome desde el principio, me dice que escoja el más caro, por que finalmente no lo voy a comprar yo. Yo pongo cara de eresunpendejo, y sigo viendo los CD's.
De un momento a otro, el tipo que me prometió comprarme un CD se largó, pero ahora tengo una de esas tarjetitas de regalo. Y luego me doy cuenta (por iluminación divina) que con esa tarjeta, el regalo ya está elegido. Ya me han elegido un CD. Eso me emociona mucho por que... por que soy malísima tomando decisiones, y más con esas tarjetas.
Así que (de nuevo, por iluminación divina) llego a donde debería estar mi regalo. Era un disco buena onda, que era de ska, y que tenía una tipa en la portada. Se supone que recordaba el nombre, pero mi memoria es corta y defectuosa. En fin...
Al final me quedaba viendo yo los otros discos que quería comprar con cara de yoqueríaesosdiscosperoalmenosahoranotendréquelegir. Entonces llega el tipo molesto y me dice que me lo lleve. Él toma un disco, y se lo lleva feliz y contento de la vida... sin pagar. Así que coloqué el disco que quería, lo pongo en mi bolsa de la chamarra, y me dirijo a pagar. Por alguna extraña razón, no lo pago, y me largo hacia la puerta. Y al final, me doy cuenta de que aún traigo el disco en la bolsa... desgraciadamente, la quecuidalaspuertasycuyonombreacabodeolvidar sigue mi vista, y yo tengo el relejo de echarme a correr.
Así que realicé un hurto, así nomás, de improviso, en mi sueño.

Y luego volteo,  ahora son dos policías que me persiguen. A mi siguiente vuelta, son tres. A la siguiente, cinco o seis. En un momento, son un chingo.
Y entonces, me intento perder en la calle, entre la gente, y llego a un edificio de esos viejitos extraños y me meto en chinguiza. Y empiezo a subir las escaleras, veo salones llenos de morritos, y curiosamente, yo conozco ese lugar. Es un colegio al que yo alguna vez asistí, en mi sueño, por que tenía una estructura digna de Escher. Y llego al último piso, donde hay camas (no pregunten por qué hay camas, supongo que siempre he querido ver camas en las escuelas) y me escondo bajo el colchón de una de las camas. Bajo las camas, hay algo así digno de un caño. Era asqueroso humedo, frio, resbaloso y sucio. Pero me quedé ahí por que detrás está la chota. Y entran, las maestras, que más que extraño, son monjitas, gritan, se indignan y se santiguan. No ven nada. Ordenan hacer buscar en el edificio. No encuentran nada. Mi escondite es la verga.
Luego... las monjitas me encuentran. Y entonces si viene lo bizarro, por que unas son mis amigochas. Y me esconden de la policía. Y me dan comida, pero me mantienen escondida (supongo que ese hueco era su infierno particular).

Hasta que un día me harto, y salgo. Así, nomás. Mi búsqueda para este tiempo ya era nacional, y todo un acontecimiento. Soy tan mala, I know.

Para esto yo ya soy irreconocible. No tengo color, mi pelo ha perdido su consistencia, mis ojos tienen otro tiempo, y mis labios se secaron. Así que al principio nadie me reconoce... hasta que llega un pendejo, que sí. Con la pregunta de "¿Dónde estabas?". Y pues me arrestan y me llevan.

Y cuando llego, entro por una puerta, que maravillosamente llega a la tienda de discos, y termino comprando mi disco.

¿No es eso lindo?

¿No?

Bueno... ¿y si les cuento otro sueño? Hoy (primero de marzo) soñé sobre zombies...

Debo comenzar a revisar lo que ceno.

Atte. Allizzia

PD. Feliz 28.