lunes, 13 de junio de 2016

Profesorear

Como estoy intentando hacer la tesis, obviamente me distraje leyendo reddit. Alguien preguntó quiénes han sido los peores profesores que se han encontrad y OH BOY, tantos nombres saltaron a mi cabeza...

Que decidí escribir sobre ello (en orden de aparición en mi cabeza):

- Mientras ayudaba a mi prima con su tarea (empezaba a aprender a escribir y leer), me pregunta si "rana" no se escribiría "rrana" porque tiene sonido "fuerte". ES UNA PREGUNTA VÁLIDA Y MUY INTELIGENTE, pero procedo a explicarle que no, que la RR nunca va a ir como primera letra, principalmente porque ninguna palabra tiene "r suave" al principio, es muy difícil de pronunciar, y asumimos que todas se pronuncian "rr". Mi tía, educadora de preescolar, contesta que NOCIERTO, QUE SE DICE "RRANA" Y SE ESCRIBE RRANA. Me dieron ganas de llorar.

- Profesora nueva de la primaria, llega desde no sé qué pueblo desde otro estado. Un día se enoja y grita con mucho pulmón "¡ESCUINCLES!". La palabra no era nativa del lugar y NADIE entendimos, pero nos dio mucha gracia. Después de explicarle que no sabíamos qué significaba eso, procedió a explicarnos que era un tipo de insulto gritarle así a los niños. Básicamente nos tuvo que explicar su insulto. Nunca le funcionó para insultarnos pero nos entretenía mucho su frustración. 

- Profesor de música de segundo de secundaria. Esta historia es fabulosa: en primer año contrataron un profesor de música de quien me enamoré irremediablemente. Era músico, alto, cabello ondulado, ojos verdes, músico... Nos ensayó para el concurso del himno nacional (la primera vez para el colegio) y ganamos el tercer lugar: el primer lugar siempre lo ganaba la misma escuela, y el segundo lo ganó la escuela que nuestro mismo profesor llevaba ensayando desde hace unos años. Su clase me gustaba mucho y aprendí varias cosas. Yo me divertía bastante. El segundo año lo despidieron para contratar al profesor que ensayaba a la escuela que siempre ganaba el primer lugar, y el tipo se la pasaba enseñándonos canciones de tipo Roberto Carlos y cantando a lo pendejo; se vestía como si fuera a manipular la Matrix. Además era enojón e impaciente. Cuando se empezaron a acercar las fechas del concurso, empezó a faltar, hasta que un día simplemente no asistió ni avisó... y luego nunca volvió (al parecer así lo hizo, ni renunció ni nada). Trajeron al profesor anterior sólo para ensayarnos por unos días para al menos no avergonzarnos durante el concurso pero se notaba que estaba encabronado por lo que le hicieron (yo también me hubiera enojado). Al final, ni siquiera asistió al concurso. Nadie esperaba que ese día ganáramos el segundo lugar (el primer lugar era la escuela de siempre, y el anterior segundo lugar no concursó). La escuela fue feliz con su premio pero no supieron cómo rellenar la clase de música que quedó allí nomás sin profesor, así que LO AND BEHOLD, la nueva clase de dibujo, impartida por la mamá de una compañera. 

- Profesora de matemáticas en la prepa, nunca le entendía en sus clases. Cuando le pedía que explicara los procedimientos, procedía A REPETIR la misma explicación. Cuando le decía que sí había escuchado, que simplemente no había entendido y que por favor lo re-explicara, me decía que era por no oir y estar platicando o distraída, luego me ignoraba. 
Más tarde tuvo la audacia de decirle a mi mamá que yo era muy buena en matemáticas. WELL, NOT THANKS TO YOU. 

- Profesor en universidad, siempre tenía problemas de comunicación. Nosotros creíamos que entendíamos y resultaba que él había querido decir otra cosa. Duramos un año sufriendo e ignorándonos, y decidió no volver a darnos clase hasta dos-tres años después. Dicha materia la habíamos adelantado la mayoría del grupo hacía un año, por lo que -creo yo- decidió darla entonces. Es una materia muy muy complicada, y explicarla -estoy segura- es aún mucho más complicado. Pues nunca se le entendió nada, se contradecía, se repetía, la cagaba, hasta que un día soltó el épico "Olviden todo lo que he dicho". 
Shit just happens.

- Profesor de idiomas en la universidad, nomás era un desmadre. Es conocido por ligarse a las chavitas, cosa que a mí ni me viene ni me va. Me parecía pedante, pero con el tiempo llegué a aceptar su pedantez y tomé casi todas mis clases con él porque me dejaba faltar a gusto y avanzar a mi ritmo. A lo que nunca tuve paciencia fue para sus comentarios neoliberales (con los asuntos de protesta estudiantil y otros asuntos) ni para sus comentarios de cuando logró el despido de una de mis profesoras favoritas sólo porque no era hablante nativo.
Un día mientras estudiaba en línea (a mi ritmo) encontré uno de sus ejercicios que repartía en clase. Profesores nativos FTW. 

- Todos los profesores de español de la secundaria:
 El primero estaba supliendo a la profesora original que estaba embarazada-puérpera. Él era abogado y generalmente daba español a estudiantes de tercer año y de prepa -si no mal recuerdo- pero pues había que ponerse creativos. Hacía chistes muy salados, no nos tenía paciencia, y no enseñaba mucho; aún así era buen tipo. Después por un tiempo regresó la otra profesora y la amé, de verdad, era un ángel que además sí sabía dar clase. Luego se retiró para ser mamá o algo así.
  La nueva profesora llegó toda estricta, anunciándonos que debíamos hacer un proyecto de mil páginas donde teníamos que escribir cincuenta poemas y así, además de mil exámenes y quien sabe cuanto más desmadre. Todos teníamos cara de asco y queríamos ser buenas personas por, al menos, un día. Pero no aguantamos cuando se quiso poner "amigable" y nos empezó a preguntar cosas personales (supongo que tenía algún fin didáctico pero nunca lo supimos): "¿cuál es su animal preferido?". Alguien cerca de mí contestó "USTED" y la profesora salió, renunció, y nunca volvió. Casí nos pegan varillazos con ese jueguito pero nunca supimos quién lo hizo (y la que lo hizo nunca rajó). La cubrió el profesor de historia o geografía, quien era relativamente cool. 
  El siguiente profesor -y el último- llegó cuando ya todo era un desmadre, y todos unos ineptos en español. Nunca pudo controlar al grupo y se contentaba con que algunos trabajáramos. Cuando le dije que me interesaba leer el libro del que estaba hablando, lloró lágrimas de felicidad y me regaló su libro: El periquillo sarniento (resumen barato). 

- Profesora de la prepa de literatura, licenciada en comunicación. No es que no sepan de literatura, pero nunca se le ocurrió prepararse lo suficiente como para responder preguntas sobre movimientos literarios excesivamente raros que aparecían en el cuestionario (que partía de un libro de texto mal hecho) del examen final. El movimiento es uno muy muy raro (relacionado con la literatura del absurdo pero no recuerdo ni encuentro dicha vanguardia) y si haces una larga investigación al respecto -una que involucre libros de verdad y no Google- lograrás hallar una respuesta. Ella sólo dijo "sáltense esa pregunta". Well ok.

- Profesor de historia de la prepa, se basaba en dictados. Admito que muchos de sus compañeros hacían lo mismo, como la de geografía o la de química, pero a él se le agregaba su enfermiza manera de ver a mis compañeras buenorras y sus informes sobre los casos que llevaba (era abogado).

- Profesora de idiomas que no hablaba español. En Francia era profesora de parvulario, así que nos callaba cual infantes ("cierra la boca"), además de que decidió que era muy complicado aprenderse nuestros nombres mexicanos y nos asignó nombres "franceses". Admito que algunos nombres eran igual de complicados en español, como Bernardino y Caritina, PERO "ALICE" NO ES DIFÍCIL, OK?

- Profesor de alemán: simple y sencillamente odiaba a los alemanes, además de no tener una gran didáctica de la gramática. Nunca entendí el asunto de las declinaciones hasta que aprendí latín.





Sé bien que todos la podemos cagar dando clase, que es difícil, y que a veces los conocimientos de los chicos sobrepasan a los de uno. Pero se necesita humildad, fuerza, pensamiento lógico, mucha autoestima Y HUEVOS.



domingo, 12 de junio de 2016

Más arreglos más o menos incluyentes

El aparato hace ruidillos. Mi vista está fijada en la pared opuesta a la pantalla: es sólo rutina, todo está bien, no hay necesidad de observar. No se ve nada que no haya visto antes de cualquier manera.

No estoy arrepentida. Aquel día fue un día interesante. De hecho, después de que me tranquilizaras, salimos juntos por cervezas y pizza de horno. Luego se nos ocurrió continuar con el vino. Nos la pasamos muy bien, encontramos a otros amigos y olvidé por completo lo que sentí más temprano. Entrada la noche cenamos comida callejera de camino a casa y terminamos las bebidas para dormir juntos en la cama (todos caben en una sola cama habiendo bebido lo suficiente). Él se despertó temprano para irse, y lo acompañaste.

Cuando regresaste nos embargó un gran silencio. Finalmente me dijiste que le habías pedido que se hiciera las pruebas, y que había que confiar en mis pildoras. Fue una mala decisión: las pruebas estaban limpias, la píldora falló. Pero hoy nos íbamos a encargar de ese error.

El médico dijo que estaba todo listo, que iba a dejar las pastillas en la mesa y que nos iba a dejar para prepararnos. Que en veinte minutos teníamos que movernos a la otra sala pero que ya allí podíamos quedarnos cuanto tiempo creyéramos necesario. Apagó la pantalla y fue entonces cuando vi tus ojos pegados en ella.

- Perdón... pásame los pañuelos de allá.

Pero me interrumpiste la mano, y me limpiaste tú los restos del vientre. Allí dejaste la mano, con mucha ternura.

- Niña. Piénsalo más. Podríamos hacerlo, estar juntos; sé que dije que nunca haría eso pero ahora que las cosas pasaron, yo no sé... Si tú quisieras, sé que es tu cuerpo y tu vida, si no quieres es completamente válido... Pero si quieres, yo estaría muy feliz de estar contigo y con...

- ¿Con tu sobrino? ¿Sabes que es posible que sea tu sobrino? ¿Quieres hacer una familia con un niño que puede que no sea tuyo?

Así nos hundimos en el silencio. No estás enojado, jamás te enojarías por asuntos así. Pero sí odias que grite de esa manera: generalmente me reprochas de regreso con más paciencia, con los argumentos perfectos para hacerme ver la realidad. Ahora sólo me besas los labios, la frente, el vientre, todo en silencio, todo sonrisas de tristeza.

- Pero será un bebé...

- ¿Un bebé? ¡Si elegí estar contigo era porque no esperaba hablar sobre nuestros bebés nunca!

- ¿Qué recuerdas que te dije? ¿Que odiaba la cristiana idea de los regalos de Dios? ¿Que el matrimonio era la única manera de formar un hijo? Siempre odié lo que tuve alrededor, y me alejé de ello, lo detesté y nunca se me cruzó por la mente que yo podría cambiar las cosas.

- Si vas a venirme con el catecismo, puedes largarte ya de la sala de abortos.

- No, yo siempre te vine con amor. Mucho amor y cariño. No esperaba querer tanto contigo, y mucho menos esperaba querer tanto de ti. Te vi por un segundo con un crío en los brazos y entendí que todo el amor que hay en ti se puede repartir también con un hijo. No te lo pido así, sólo que lo reconsideres conmigo a tu lado.

Las lágrimas, el enojo, la frustración, todo sentimiento se me juntó para taparme la garganta y la boca. Sabían a arena.

- Y lo peor es que te amé tanto -te amo aún así- que sí, estaba dispuesta a darte lo que tú me pidieras porque te amo, ¡querría tener un bebé contigo si me lo pidieras! Pero un hijo tuyo, con tus ojos, con tu cabello, con tu inteligencia

- Probablemente también tendría mis ojos, mi cabello, la mayoría de mis genes. No, está bien, ya lo sé... entiendo. Yo también te amo, y nunca pensé que te iba a pedir esto, que yo también quiero un hijo con tus ojos, con tus labios, con tu cara. Y si quieres terminar con el embarazo, que se haga; pero yo preferiría que no lo hicieras, y que me dejaras estar contigo. Una niña con un bebé, y este cabrón queriéndolos siempre.

Te lloré lo que se sintieron como horas, pero no, fue seguramente una hora en la que nos conducimos fuera de la clínica y nos fuimos a casa. Y nomás me abrazaste.

- De todas maneras... habría qué decírselo a tu hermano.

Para formar la familia más extraña del universo.