sábado, 18 de mayo de 2013

Los uniformados

Un día, mi papá salió de la ciudad. Solía hacerlo mucho, pero mi mamá sabía que si había una emergencia, las dos hijas más chicas correrían muy rápido y se esconderían y la mayor y ella se encargarían de la situación porque son bien machinas. Entonces tenía yo como nueve años.

Esa semana mi mamá estaba el doble de nerviosa porque mi abuela estaba de visita. Cuando hay cosas que uno no prevee se asusta más de lo necesario. Mi abuela durmió en el cuarto contiguo y mi mamá durmió en nuestro cuarto (mis hermanas y yo dormíamos juntas), todas en el piso de arriba. Mi mamá cerró absolutamente todas las puertas con todos los seguros y luego los barricó con muebles. Todo saldría bien.

Desgraciadamente, mi mamá empezó a escuchar sonidos en el techo. You never plan that. Sonidos en el techo. Así que despertó, y se dio cuenta de que del cuarto que estaba vacío (había tres cuartos en el piso de arriba) salían algunas luces. Se acercó y notó que eran policías en la calle. Se acercó mucho más a la ventana para observar mejor. La ventana era ancha, ocupaba toda la pared de lado a lado, más no de arriba a abajo, era una ventana alta. Mientras observaba preocupada, UNA CAROTA INVERTIDA SE LE PUSO ENFRENTE.

Como es obvio, mi mamá pegó el grito del universo. Del techo se asomó un policía, y le saludó. Así, como si fuera bien pinches normal. Ni pedo.

"Perdón, señora." dijo el güey. ¿A poco no esperas asustar a alguien si te asomas desde su techo y le hablas al mismo tiempo? Ay, estos policías, traspasando propiedad privada por sus huevotes.

Mi hermana mayor ya estaba detrás de mi mamá, pero ella no gritó. Se cagó, sí, pero siempre ha sido bastante serena. Poco le faltó para buscar algo con qué golpearlo, antes de darse cuenta de que era un policía. El poli preguntó si estábamos bien y mi mamá mandó a mi hermana a checar a todas. Estábamos más que bien, estábamos bien pinche dormidas.

Resulta que en el billar que estaba atrás de la casa, a la izquierda (mucho a la izquierda), se robaron las televisiones. Las cogieron esperando encontrar muchas cosas y las arrastraron por el techo del billar, y por los techos de las demás casas... El policía preguntaba si no habíamos escuchado nada, que despertaron a los vecinos de la derecha y que ellos llamaron a la policía. 

El policía sorprendido y mi mamá avergonzada de no haber escuchado. El policía nos volvió a preguntar si estábamos bien, si no nos habían robado nada y le dijo a mi mamá que no se preocupara, que estaban buscando a los rateros. Mi mamá les dijo que qué bien, que no le volviera a salir del techo. 

Entonces vivía en una colonia un poco... uhm... popular. No, digo, estaba chida pero éramos la linea entre una cholonia y la gente fresa. A nosotros nos caían mejor los cholos, nomás que de ese lado había un anexo y pues... a veces era un poquititititito inseguro. Pero más chido.
Unos vecinos de enfrente tenían una familia numerosa. Las niñas, compañeras de mis hermanas, eran muy... uh, sumisas, supongo. Casi no salían. Tenían el cabello muy largo. Nunca sonreían. Apenas e iban a la escuela. Sus hermanos, sin embargo, eran bien de calle. Mi papá notaba que desde pequeños se colaban en las casas, y varias veces vió cómo le robaban la antena del carro. La primera vez se hizo de la vista gorda, la segunda vez fue a acusarlos. Le regresaron su antena los papás del niño.

En fin que les encontraron las televisiones a los chavos y los arrestaron. Fue muy raro.

Pero después volvieron.


Je.

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