martes, 9 de noviembre de 2010

Your lips to my eyes.

- Podrías despedirte de tu hijo. Está llorando.


- No es lo correcto.


- Despídete de mi, al menos. Yo te he querido todo este tiempo, y me dejas así nada más. Me merezco una despedida decente.


- Sí. Te lo mereces. Lo siento.


- Te estoy pidiendo un mísero adiós. Voltea a vernos, a los que nos dejas. Voltea a ver por última vez al hogar que dejes.


- Pero no quiero que sea una despedida... No me gustan las despedidas. 


- ¿Eso es suficiente para dejarnos?


- Volveré.


- Tus promesas han dejado de importarme. Así que igual quiero que te despidas, sino de mi, de tu hijo. 


- Si vuelvo a adentro, no volveré a salir.


- No te prohíbo salir. Puedes irte cuando quieras. Pero no puedes dejarnos así.


- Debo hacerlo. 


- Si decides volver, tu hijo ya no te reconocerá. Tu hijo no será tuyo, ya. Quédate por él. Escúchalo llorar. Está gritando por ti.


- Grita porque es un bebé. Llora porque es un crío. Tápalo y dale de comer. Se callará.


- Callará su boca, pero su alma seguirá gritando por ti.


- Deja de hablarme de él. Enséñale a amar, y no me necesitará jamás. 


- Entonces no volverás.


- Sí. Regresaré.


- No te creo. Despídete de mi, al menos, ¿no puedo tener un último beso?


El viento pasó por entre las palmeras, levantando la arena que acarició con mayor furia a aquellos labios recién abandonados. Las olas seguían con su violento vaivén, escupiendo soledad. El llanto de un niño seguía tiñendo el fondo salado del aire de mar.

3 comentarios:

Alejandro Aguilar dijo...

Y digo que yo hablo de soledad... tu le das todo un nuevo significado...






...Dark Angel...

Frédéric dijo...

¿Te despedirías de mi antes de irte?

Alicia L. dijo...

Me gustó como para una pequeñísima obra de teatro, ¿sabens?

Creo que si sigo estudiando esto a fondo, puedo llegar a ser una dialogadora decente. Escrito, claro. Y solo conmigo, claro.