Protección y transparencia
Para Juan
Guardado me siento mejor. Porque en el trabajo he visto dolor y falsedad.
Hace un par de semanas, el hombre pasó tras de mí, almidonadísimo, acorbatado, con la sonrisa emplastada a yeso, con el cabello cuidadosamente peinado. El presidente subió al podio, contó hazañas maravillosas, habló de nuevos palacios, alabó gente buena, relató varios milagros, pintó al gran país. Después bajó para que yo, evitando trompazos, puños, patadas y empujones, pude ver al presidente alejarse lentamente del lugar y subirse a la carroza más hermosa que he podido ver. A veces creo que el presidente es un buen hombre.
Entonces, digo, yo no comprendo mi trabajo. "Protección" leía mi descripción. Me he pasado jornadas enfrentándome a la gente, gente de todo tipo, mujeres que gritan, jóvenes que luchan, niños que lloran. Ellos no son felices, me piden piedad, me piden libertad, me piden verdades que yo no tengo. Quiero entender que lo que estos humanos piden es lo que ya tienen: creo que pueden ir a donde deseen, pueden hacer lo que necesiten, pueden vivir felices en un cuerpo que es solamente suyo y es hermoso. No comprendo que ellos necesiten de mi trabajo, no entiendo de qué deben protegerse. Lo que menos entiendo es cuando ellos mismos se lastiman, se golpean y se insultan, me usan como si fuera un arma.
He lastimado personas.
A veces creo que me he equivocado en todo. Creo que la protección no es mi trabajo. Lo único para lo que sirvo es para estorbar, y para que vean a través de mí. Y no funciona, porque todas esas personas no han visto a través de mí lo que dice el señor presidente, no han entendido de los nuevos palacios que pueden ocupar, de los milagros, de lo buenos que son todos ellos. No comprendo qué por qué gritan cuando deben escuchar, por qué golpean cuando deben estar aprovechando todas las cosas que tienen en su gran mundo, como ha dicho el presidente en el podio. ¿Será por eso que atacan, porque no escuchan?
Quizá entonces mi trabajo es con ese gran hombre que sube a repartir maravillas, el señor presidente. Las personas que no escuchan pueden lastimar al hombre accidentalmente, con sus gritos y sus golpes.
Pero entonces, hay una cosa que no sigo sin entender.
¿Quién querría lastimar a un gran hombre (como él)?
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