El humano cambia.
Esa es la premisa de la que parten todas las historias que se guardan en la literatura. Siempre nos sentamos con la historia de aquel que cada año de su dura vida endurecía alma y corazón, hasta terminar siendo un sujeto abominable, monstruoso. El sujeto debía cambiar primero de un estado a otro, y luego del otro al primer estado, que se convierte en un estado de bonanza y santidad, ejemplo de la sociedad.
Sin embargo, las mejores historias y que han ganado mayor popularidad en la vida tienen personajes que no tenían un estado primario al cual regresar, cuya historia comienza en su terrible nacimiento y que dispone desde el vientre a marcar al sujeto como la peor persona que el mundo ha visto. Son los personajes más reconocidos porque su maldad es original en ellos, y no deviene de ningún suceso del pasado. Ellos son los verdaderos villanos.
La realidad nos vuelve a poner en nuestro lugar. Lo que sabemos, lo que podemos asegurar, es que todos nacemos inocentes, la boca libre de colmillos, amados de una u otra forma, y la piel libre de tintes.
Las etiquetas no se asignan en el nacimiento, se ponen poco a poco mientras el tiempo pasa y la vida se vive. Y, como el humano, las etiquetas pueden cambiarse o desaparecer.
1 comentario:
Hola piruja, a ver si estudias algo de provecho y no esas estupideces que no se quien decidio que podia ser una profesion, o minimo aprende a barrer, cocinar y lavar platos.
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