Ojalá fuera Dios. Así podría ser yo quien les evitara la pena y el dolor. Elegiría que estuvieran bien siempre, y con mi sólo pensamiento les haría un arcoiris de colores todos y cada uno de los días, justo antes del atardecer.
Ojalá fuera Dios y les contestara todas sus plegarias con un poema, una flor y haciendo sus deseos realidad. No necesitaría separarme de ustedes ningún segundo. Ni siquiera tendría que secar sus lágrimas, no habría llantos nunca, ni por error.
Ojalá fuera Dios. Ojalá fuera yo todo lo que ustedes necesitan: el amor, el dinero, la cura, el tiempo, la paciencia, el consuelo, la vida misma. Ojalá pudiera sanar todas las heridas y eliminar todas las preocupaciones con la punta de mi dedo.
Pero no soy Dios porque él no existe como el gran poder ajeno a nosotros. Y lo sabemos porque no puedo evitarles la pena ni el dolor, no puedo darles lo que necesitan y cuando quiero ponerme de pie a rezar con ustedes me resbalo con mis propias lágrimas.
No puedo ser Dios y tampoco puedo ser fuerte. Y desearía serlo.
Padre nuestro que habitas en los cielos, santificado sea tu vacuo nombre: venga a nosotros tu reino de poder, danos el pan de cada día, perdona nuestras palabras, levántanos cuando hayamos de caer y líbranos de eso que no podemos evitar. Así sea.
2 comentarios:
¿Soy el único que piensa que, quizá, puede que seas un Dios pasadísimo de lanza?
Sí, qué cabrón.
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