De la esquina sale el indicado para agregar el punto final a mi outfit.
- Ayúdame a ponerme esta pulsera para irnos ya.
No le he mirado a los ojos pero sé perfectamente que lleva puesto un traje impecable, negro brillante, con una pajarita discreta, y su cabello ya está peinado, y su cara es perfecta: joven, seria, indiferente como siempre que estoy frente a él.
Se preparas para ponerme la pulsera y allí esta: el moretón que debe tapar perfectamente. No abrocha la pulsera, sólo me mira con desprecio o con asco, o con esa expresión con la que me mira bien seguido. Así es como siempre se gana mi duelo, me provoca al desafío. Hoy sólo uso los ojos porque creo que mis argumentos no los va a aprovechar. Y porque vamos tarde.
- Al menos podrías pedirle más cuidado a tus amantes. Van a creer que no tengo el recato de dejarle los golpes a mi esposa en lugares donde nadie los va a ver.
Mi mano se va a conectar directamente con su cara, pero su mano ya estaba muy cerca de ella. No sólo la detiene, hunde su pulgar en el moretón como si lo quisiera hacer más profundo, de colores, un arcoiris de dolor, ¿así quién necesita pulseras si tienes la versión estética natural? Al final coloca la pulsera en su lugar, después de asegurarse de que el dolor me deja lágrimas en los ojos: así le gustan, y lo sé por su mínima sonrisa de placer.
Me arrea con un "Vámonos, puta, que llegamos tarde" y una mano en mi culo. Se la quito de un golpe.
El chofer maneja, y siempre finge que no escucha. A veces de verdad decide no escuchar y se pone audífonos.
Mete la mano entre mis piernas con violencia y la hunde en mi carne.
- No me intentes quitar la mano, ya sé que allí también hay marcas de anoche. ¿Te divertiste con ese hipstercillo? ¿Te hizo sufrir lo suficiente?
- No, sólo son golpes de ebriedad. Él no se hubiera atrevido sin estar ebrio.- te digo después de un silencio. - Resultó que te admira, porque es medio idiota, pero no se da cuenta. ...el sexo estuvo bien.
Su mano sigue allí hundiéndose entre lo más suave que encuentra. Los ojos me vuelven a llorar otra vez. El señor acerca su cara a mi pecho y repasa entre mordiditas y besitos. Más mordidas que caricias. Le besaría pero arruinaría mi labial. Lo último que me dió antes de bajar fue una mordida, una muy profunda, y le tuve que arrancar de mi pecho con sus cabellos.
- ¡Al demonio que piensen que abusas de tu esposa o qué!
Creo que murmuraste algo como "más vale que la abuse yo a que sea otro", y me dio mucha gracia, porque sé que dijiste con ese sentido del humor que nos conocemos y que no solemos dar a conocer a los idiotas que veremos esta noche.
La fiesta es muy simple. Sólo es una celebración de un proyecto más donde se robó el dinero adecuadamente, hubo un resultado de cubierta (un edificio o una calle, no recuerdo bien y ni me importa) y la gente creyó que trabajamos en cosas que a ellos les importan. Me gusta aplaudir cuando algún idiota liberal lee, porque la inocencia de mi expresión siempre les hace creer que tengo mucha honestidad, y cree que soy una de esas mujeres que le agradecerán sus grandes obras por la comunidad. El estúpido.
La comida del evento también fue excepcionalmente mala, al igual que el sonido (claramente la figura del DJ estuvo ausente) así que yo no tenía nada a qué aspirar, ni siquiera a la gente que había asistido, porque todos eran de la política, gente que a mi marido no le convenía por el momento pillar, porque todos eran aburridos conservadores religiosos católicos de la vista flaca y el cerebro medio seco. Todo heredado de papá. Había una que otra chica interesante, pero el señor presidente me dijo que no hiciera nada hoy, que no convenía. Mi marido: el calculador. A mí me gustaba más la espontaneidad.
- [...] las redes educativas alternas ya llegaron a la comunidad que colinda con Z, me imagino que su esposo está muy orgulloso de sus esfuerzos. ¿Tiene otros planes en el puesto de desarrollo familiar?
Me dijo uno de esos pendejos. Y no escuché de qué me hablaba ni le había puesto atención en nada. No me había dado cuenta de que M me había dejado para ir a hablar con alguien más y estaba frente a una mirada hipócritamente condescendiente. Bien me pudo estar diciendo lo guapa que me veía esta noche y preguntarme qué diseñador estaba usando hoy.
- ¿Usted a qué área se dedicaría después? -le pregunté a la mujer que tenía al lado, joven, con expresión de cansada vergüenza, de que su esposo tenía de nuevo aliento alcohólico y estaba mirando el cuerpo de otra mujer -Tiene usted expresión de tener mucha mejor idea que yo. ¿Me dicen que estudió administración en la escuela del estado...? Seguro sabe mejor que yo qué áreas apropiadas requieren atención.
Dije el apropiadas para denotar que sabía de qué le estaba hablando, porque también sabía que ella entendía. Si bien no entendía todo, comenzaba a entender una buena parte. Exasperada, o insultada, o cansada, o imitando mi ficción, respondió:
- No finja que usted no sabe perfectamente qué debe seguir, y que no está mejor preparada que todos los que estamos hoy en el salón. La modestia le sobra, señora.
De lejos capté que mi marido me observaba, M, habiendo notado la situación, y desaprobando. Perdonen todos mi aburrimiento, pero esto no era mi culpa en absoluto. Lancé mi mejor sonrisa, notando la adorable nariz de la mujer frente a mí, y la perfecta curva de sus senos decorosamente asomados. La verdad es que esta mujer no estaba nada mal.
- No me merezco gracias de personas tan afables como usted, es muy indulgente. Ojalá que usted, y más personas igual de encantadoras, se unan en las actividades que nos restan del trienio.
- Disculpen, - nos interrumpió M - necesito discutir algo con mi esposa. Espero que no les moleste.
Cuando me despedí noté que la expresión del pendejo era censurante y reprensora, y noté que mis manos se encontraban sobre las que la pobre chica. Sí. Estaba coqueteando un poco con tu mujer. Seguramente le encuentro el clítoris más rápido que tú. Me costó dejar ir esas manos tersas, que hubiera preferido tener sobre mis senos.
- Te dije que no lo hicieras, ya tuviste la noche de ayer, ya espera. Deja algo para los decrépitos del lugar. Sus esposas son lo único que tienen para sobrevivir.
- ...Tú también.
La ironía no se te escapó.
- ¿Ya terminaste el estudio de desarrollo educativo en la rural básica? Dijiste que ya estabas por terminarlo hace como un mes y no he visto resultados.
- Me impresiona que estés lo suficientemente aburrido para preguntarme sobre mi trabajo. Porque no he terminado. Estoy indecisa con la conclusión.
- Así que decides irte a coger por ahí en lugar de hacer el trabajo para el que te pago. Terrible puta que eres.
- Me pagas para otra cosa y eso ya terminé. Me pagas por ser tu esposa también.
- Entonces haz tu trabajo y no insultes a mis colegas. No necesitan saber sus verdades. Tampoco quieras cogerte a sus esposas mientras tienes otras cosas que hacer o después de haberte cogido a un invitado de una presentación. Más formalidad por favor. Yo también tengo que sufrir.
- Qué mal cogido. Ya le puse el ojito a la esposa del vejete ese. La podemos invitar a seguir... luego a un bonito hotel...
- No. Y anoche sí me fui a ver a alguien, sólo que más sencillo y casual. Tú le fuiste a dar básicamente todas sus fantasías al pobre escritor de ayer. Pudiste tener más pudor. Como yo.
Lo entendía. Quería una noche de descanso. Pero hoy estaba con uno de esos humores y no se lo iba a regalar tan fácil. Nos deshicimos de la fiesta rápido, y de regreso el chofer fingió que no pasaba nada.
Atrás él me buscaba otra vez con las uñas y los dientes, y yo fingía la mayor cantidad de desinterés posible a través del dolor. En casa, dejó de tocarme. Puso el saco en la sala y te desvestiste con mucho cariño: "el traje todavía cuenta como limpio". Se quedó con la camisa desabrochada y los briefs mientras me quitaba las joyas y le pedía ayuda con el cierre del vestido.
- No te voy a abrir el vestido porque no quiero. Quiero que te quedes así y te quites la ropa interior. - decidí obedecer porque la noche pintaba interesante y porque su tono dejaba muy poco para discutir - Ahora levántate el vestido. Asegúrate de dejar tus nalgas bien al descubierto. Acércate al espejo de la pared. Observa lo puta que eres.
Poco a poco fue señalando las pequeñas marcas de la noche anterior. No eran muy grandes o profundas, es sólo que de repente me marco con facilidad, sobre todo en las partes blandas donde uno difícilmente adivinaría hueso. La mayoría de mis marcas estaban en mi espalda, en mis espinillas, algunos pocos entre mis piernas y uno que otro en las nalgas. La de la muñeca sólo era la única que era visible al público, y pasaba fácilmente como un golpe accidental, si alguien la hubiera notado antes de que M me la hubiera hecho más oscura.
- ¿Le gustó hacerte el amor, puta? ¿Te creyó todas las risas que le dedicaste? ¿Se bebió tus caricias como si fueran agua dulce? Deja que te trate y te folle como se le debe a una puta como tú.
Lo tenía preparado. Tenía escondida la vara, probablemente desde la tarde. Lo vi después del primer golpe, tras el cual intenté huir. Me estrelló contra el espejo y me detuvo allí, yo no me solté el faldón. Los golpes cayeron uno tras otro, varios, no los conté para sólo pensar en el dolor. Supongo que quería tapar los moretoncillos que había dejado el hombre de la noche anterior, con sus manos torpes y su poco tino. La fuerza justo ahora era incomparable. Lloré.
Cuando terminó me sostuvo por el cabello en el mismo lugar.
- Mírate. - decía, mientras me separaba las piernas y me tocaba con derecho. Dejó su instrumento de tortura a un lado y me bajó el cierre del vestido. Me sentó sobre la cama con fuerza, y me secó las lágrimas, o más bien el maquillaje corrido. Eso no le gustaba mucho. Después me alzó las piernas, se sacó la erección y entró en mí. Sus movimientos rozaban contra mis golpes, y se me acabó el silencio y comencé a gritar de dolor. Cuando me escuchaba muy fuerte me abofeteaba con poca fuerza.
- Me voy a venir adentro de ti. ¿Se vino adentro de ti tu amante artista? No. Porque sólo los maridos ultra nos venimos adentro de las esposas, para dejarlas panzonas y descalzas.
Tanto suplicio dentro y fuera hizo que me viniera. Luego él se vino. Después nos reímos mucho. Me quitó los tacones, me ayudó a desmaquillarme, se quitó la camisa y nos metimos en cama abrazados.
- ¿Cómo va el asunto de despellejar pendejos?
- Bien. Hasta el momento no se han dado cuenta. Ya te puedo pasar un nuevo fondo para completar el presupuesto de tres escuelas. Creo. Aunque sí están ligeramente enojados por desembolsar el dinero. Las medidas están bien puestas, no hay problema.
- Felicidades. Mañana mismo le aviso al equipo. ¿Entonces cómo te fue ayer en la noche con ...esa chica cuyo nombre olvidé?
- Me está comenzando a aburrir. Igual y otro día la invito a casa y podrías encontrártela en la cama conmigo para ver qué pasa.
- No seas huevón. Si la quieres cortar, córtala.
Me calló con un apretón de nalga moreteada. La noche no se iba a acabar tan temprano porque se me volvía a encender el fuego. Era semana hormonal, y el cuerpo de M siempre me respondía. Para eso se casa uno, ¿no? La noche iba a ser larga...
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