Es época de finales, lo que significa que me voy a poner a perder el tiempo contándoles la historia de los nidos de colibrí, es respuesta al post de Guffo presumiéndonos que tiene un nido de colibrí.
Pues yo, es decir, la casa de mis padres, no tuvo uno sino DOS nidos de colibrí. Uno después del otro, no al mismo tiempo, claro.
Es muy raro pero nuestras casas (es decir, no tenenemos muchas casas, más bien nos hemos mudado mucho) siempre ha tenido una gran cantidad de colibríes. Sobre todo la penúltima (frente a mi actual casa), donde se metían en las flores-campana y desaparecía ahí dentro. Allí me di cuenta de lo diminutos que son esos animales.
El primero de ellos anidó frente a la ventana del piso de abajo, en una rama casi escondida y frente a nuestra carota. Le pedimos al mundo que ni se acercara. A veces la veíamos durante ratos por la ventana, mientras se posaba, altiva, sobre sus diminutos huevitos. Intentamos tomarle fotos (obviamente en vano) y se lo presumíamos a toda la gente. Entre todos nos eligió A NOSOTROS, ¡a nosotros!. Más bien no hay muchos árboles en la colonia, ese árbol ni lo plantamos nosotros pero pues meh.
Lo cuidábamos tanto y estábamos seguros de que no tardaban en nacer cuando tuvimos que salir de la ciudad. Nuestro árbol tiene como diezmil cuervitos (de los que me quiero deshacer por puro coraje, se aceptan sugerencias), además de que es rondado por varios gatos (insisto, no hay más árboles en la colonia, en algún lugar tienen que trepar y afilarse sus garritas). Cuando regresamos ya no había colibrí, faltaba un huevo y el otro tenía un cadáver colorido y diminuto (del tamaño de la yema de un dedo). La señora que limpió la casa el fin de semana dice que lo encontró ahí tiradito en el suelo, y lo juntó y lo dejó en el alféizar de la ventana.
Culpé a mis padres por salir de la ciudad y no cuidar al animalito, a veces nos desvelábamoslas noches cuidando de los ruidos de afuera para que no fuera el gato buscando comida. En realidad, estoy segura de que han sido los cuervos, son bastante territoriales y tienden a pelearse con todas las aves que se acercan al árbol.
Cuando ya se nos había olvidado la tristeza, otro colibrí llegó a anidar, esta vez al costado del árbol, en una de esas ramas que generalmente podamos porque a veces sobrecrece tanto que no deja abrir la puerta de la reja. Éso significa que debíamos pasar debajo del nido para llegar a la puerta de la casa.
Claro, mi familia y yo pasamos un mes pidiendo a la gente que por favor pasara en silencio y rápido, la puerta sólo abría un resquicio (no, okay, abría un poco más) y nos deslizábamos de un sólo movimiento para no hacer vibraciones extra. A veces abría la puerta, veía al colibrí, y mejor me volvía a meter a mi casa, no vaya a ser que se agüite el animalito. Eventualmente la colibrí se acostumbró a nuestro pasar y teníamos un acuerdo de paz. La colibrí ya no gritaba ni se movía amenazadoramente cuando nos acercábamos y nosotros seguíamos siendo horriblemente silenciosos.
Fue cuando me asomé al nido y, efectivamente, allí había dos huevos pequeños. Google decía que generalmente nace nada más uno, y eso fue lo que sucedió.
Teníamos un pequeño bebé colibrí. Éramos muy felices, lo mirábamos durante horas, levantaba su piquito altivamente (aparentemente es algo que hacen los colibríes), se movía en el nido, era carajamente adorable. ADORABLE. Casi nos hacemos pipí de la emoción cuando el pajarito comenzó a pararse en la orillita del nido y así.
Y un día, mi papá, leía en la mesa del patio mientras de reojo veía al adorable animalito que decidió caminar por la ramita y explorar y ser feliz en general. Y entonces PINCHES SALTÓ DEL NIDO. Sólo saltó, así, de huevos, SALTÓ SIN SABER VOLAR. Y el pobre animal se precipitó hasta el suelo, donde lo encontró mi papá. Aparentemente, en cuestión de momentos, mi papá volteó a otro lado, cuando el animal decidió saltar.
Mi papá dice que lo cogió y lo intentó reanimar. Mi papá no sabe nada de la vida, porque sus manazas (incluso las de un bebé) son demasiado grandes para los diminutos animalitos. Además, el corazón de un colibrí late demasiado rápido como para que sea factible reanimarlo. En fin, que mi papá terminó de matarlo, de un susto, del intento de reanimación, yo qué sé.
Los colibríes nomás vienen a rompernos el corazón a nuestras vidas. Pero los acepto el día en que quieran volver.
Y les juro por todo lo que es sagrado que yo no voy a dejar de tener fe en que sobrevivirán.
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