miércoles, 27 de mayo de 2015

Nidos de colibrí

Es época de finales, lo que significa que me voy a poner a perder el tiempo contándoles la historia de los nidos de colibrí, es respuesta al post de Guffo presumiéndonos que tiene un nido de colibrí.

Pues yo, es decir, la casa de mis padres, no tuvo uno sino DOS nidos de colibrí. Uno después del otro, no al mismo tiempo, claro. 

Es muy raro pero nuestras casas (es decir, no tenenemos muchas casas, más bien nos hemos mudado mucho) siempre ha tenido una gran cantidad de colibríes. Sobre todo la penúltima (frente a mi actual casa), donde se metían en las flores-campana y desaparecía ahí dentro. Allí me di cuenta de lo diminutos que son esos animales.

El primero de ellos anidó frente a la ventana del piso de abajo, en una rama casi escondida y frente a nuestra carota. Le pedimos al mundo que ni se acercara. A veces la veíamos durante ratos por la ventana, mientras se posaba, altiva, sobre sus diminutos huevitos. Intentamos tomarle fotos (obviamente en vano) y se lo presumíamos a toda la gente. Entre todos nos eligió A NOSOTROS, ¡a nosotros!. Más bien no hay muchos árboles en la colonia, ese árbol ni lo plantamos nosotros pero pues meh. 

Lo cuidábamos tanto y estábamos seguros de que no tardaban en nacer cuando tuvimos que salir de la ciudad. Nuestro árbol tiene como diezmil cuervitos (de los que me quiero deshacer por puro coraje, se aceptan sugerencias), además de que es rondado por varios gatos (insisto, no hay más árboles en la colonia, en algún lugar tienen que trepar y afilarse sus garritas). Cuando regresamos ya no había colibrí, faltaba un huevo y el otro tenía un cadáver colorido y diminuto (del tamaño de la yema de un dedo). La señora que limpió la casa el fin de semana dice que lo encontró ahí tiradito en el suelo, y lo juntó y lo dejó en el alféizar de la ventana. 

Culpé a mis padres por salir de la ciudad y no cuidar al animalito, a veces nos desvelábamoslas noches cuidando de los ruidos de afuera para que no fuera el gato buscando comida. En realidad, estoy segura de que han sido los cuervos, son bastante territoriales y tienden a pelearse con todas las aves que se acercan al árbol.

Cuando ya se nos había olvidado la tristeza, otro colibrí llegó a anidar, esta vez al costado del árbol, en una de esas ramas que generalmente podamos porque a veces sobrecrece tanto que no deja abrir la puerta de la reja. Éso significa que debíamos pasar debajo del nido para llegar a la puerta de la casa.

Claro, mi familia y yo pasamos un mes pidiendo a la gente que por favor pasara en silencio y rápido, la puerta sólo abría un resquicio (no, okay, abría un poco más) y nos deslizábamos de un sólo movimiento para no hacer vibraciones extra. A veces abría la puerta, veía al colibrí, y mejor me volvía a meter a mi casa, no vaya a ser que se agüite el animalito. Eventualmente la colibrí se acostumbró a nuestro pasar y teníamos un acuerdo de paz. La colibrí ya no gritaba ni se movía amenazadoramente cuando nos acercábamos y nosotros seguíamos siendo horriblemente silenciosos. 

Fue cuando me asomé al nido y, efectivamente, allí había dos huevos pequeños. Google decía que generalmente nace nada más uno, y eso fue lo que sucedió. 



Teníamos un pequeño bebé colibrí. Éramos muy felices, lo mirábamos durante horas, levantaba su piquito altivamente (aparentemente es algo que hacen los colibríes), se movía en el nido, era carajamente adorable. ADORABLE. Casi nos hacemos pipí de la emoción cuando el pajarito comenzó a pararse en la orillita del nido y así.

Y un día, mi papá, leía en la mesa del patio mientras de reojo veía al adorable animalito que decidió caminar por la ramita y explorar y ser feliz en general. Y entonces PINCHES SALTÓ DEL NIDO. Sólo saltó, así, de huevos, SALTÓ SIN SABER VOLAR. Y el pobre animal se precipitó hasta el suelo, donde lo encontró mi papá. Aparentemente, en cuestión de momentos, mi papá volteó a otro lado, cuando el animal decidió saltar. 

Mi papá dice que lo cogió y lo intentó reanimar. Mi papá no sabe nada de la vida, porque sus manazas (incluso las de un bebé) son demasiado grandes para los diminutos animalitos. Además, el corazón de un colibrí late demasiado rápido como para que sea factible reanimarlo. En fin, que mi papá terminó de matarlo, de un susto, del intento de reanimación, yo qué sé. 

Los colibríes nomás vienen a rompernos el corazón a nuestras vidas. Pero los acepto el día en que quieran volver.

Y les juro por todo lo que es sagrado que yo no voy a dejar de tener fe en que sobrevivirán.








viernes, 22 de mayo de 2015

Desequilibrios

Hoy acaba de terminar uno de los eventos más demandantes que he hecho en toda mi vida. No fue excesivamente cansado, pero por fin nos enfrentamos con muchas malas vibras de un montón de gente y malos deseos y malas organizaciones. Ha sido también el mejor evento que he hecho en mi vida, y lo volvería a hacer para estar con esas personas con las que estuve.

En el evento, me enfrenté a muchos sanadores espirituales: olmecas, mayas, mexicas, wixarikas.... todos ellos siempre empezaban bendiciendo el agua y recordándonos que muchos de nuestros males parten del poco equilibrio que tenemos con nuestro cuerpo y espíritu. 

Y heme aquí, con la peor infección que me ha dado en mi vida, aullando de dolor, con fiebre y sin poder dormir... todo por no beber agua y tomar un par de precauciones anteriores. 

El dolor y el alucine me hacen sentir terriblemente culpable de mí misma. Yo soy quien me permitió enfermarme, soy yo quien no bebió agua, soy yo quien no orinó cuando debió hacerlo (por pura flojera, honestamente). La primera persona que debo cuidar soy yo, y fallé.

Sé que mejoraré, pero ahora sé que necesito un momento y bendecir el agua y aceptar que mis males son necesarios para darme cuenta del lugar en el que me pongo a mí misma.


domingo, 3 de mayo de 2015

Estampillas

En ese momento me embargó el silencio, y una amarga seriedad que no me pude sacudir. Miraba silenciosamente hacia ningún lado, hacia la ventana púdicamente cubierta por cortinas. Ya no supe si me hablaba o no, no recuerdo si escuchaba su voz -que es hermosa, dulce, casual, adecuada, lo único que quisiera escuchar- o si también él imitaba mi silencio. No sabía qué sentir, acabábamos de hacer el amor. Me sentía terrible por no haber podido tomar la iniciativa por ningún segundo, y me moría por beberle. También me carcomía la necesidad de decirle que lo amaba, que en algún momento me había enamorado de él, que lo que más feliz me hacía era fantasear en un futuro donde estuvieramos juntos, que yo nunca había sentido sentimientos de esos. Pero me quedé en silencio. 

No supe qué decirle.

Era la persona más feliz entre sus brazos. Y entre todos los deseos, el más grande, el que ganó por sobre todas las cosas, fue el de mantenerme -en la misma posición, en el mismo silencio, respirando el mismo aire, mirando las luces de las velas proyectando danza sobre la cortina de la gran ventana. No quería que alguna de mis palabras me obligara a retirarme de entre sus brazos. Silenciosamente pedí a todas las estrellas del cielo que me concedieran detener la noche.

Estaba feliz, porque jamás me habían hecho el amor -no como me lo había hecho hace unas horas- y porque toda mi piel podía sentir su desnudez en extensión. Hay sentimientos bellos que no puedes expresar en simples términos de descripción, y sentir que somos una sola carne es uno de ellos. Y quizá no se dió cuenta de mi felicidad, porque era más grande mi preocupación sobre el inevitable final que no sabría si tendría una futura parte dos (aunque sus palabras me lo sugerían a cada rato). Me debí haber disculpado por no sonreir más. 

¡Estaba tan enojada cuando se anunció la mañana! Lo único que pedí al cielo era más tiempo, y no lo obtuve. Ojalá me buscara, pero probablemente no está pensando en mí. Me arrepiento de no haberle pedido que me dejara tenerlo completamente. Me arrepiento de no haberle pedido que me torturara físicamente (y no anímicamente, como ahora), que tuviera menos cuidado de mí. 

Creo que comienzo a olvidar sus manos sobre mí, dentro de mí. Lo único que recuerdo es el tormento de mi inevitable silencio, de pensar que no le dije que ahora mi mente y mis palabras le pertenecen.

¿Por qué te escribo todo ésto? Porque sus manos se van, y lo siento lejos. Ten piedad de mí. ¡Grita mi silencio!