No te cuento otra vez mi historia porque ya la sabes. Te sonrío, pero no logro mirarte a los ojos. Eres todo mi amor. Todo.
Ha dejado de hacer viento, el día vuelve a ser azul por el momento. No es Octubre por nada, me ajusto la bufanda al momento en el que te centras la corbata. Mis ojos vuelven a arrastrarse desde mis pies, mis rodillas, mi vestido sobre mis caderas, tu mano, tu cuerpo... No logro llegar a tu cara, de nuevo. Tus ojos están tan lejos.
Sabes que te amo, sabes cuánto te extraño. No dices nada, no mueves un solo músculo. Solo calientas el aire a tu alrededor en bellas ondas de amor. Tu otra mano se disuelve en el bolsillo de tu pantalón beige, y te encoges con seriedad dentro de tu suéter café. Me sabes a beso inexistente. A agua limpia y clara. Estás seco, porque te cojo la mano más fuerte -mientras llega la ventisca de nuevo- y crujes.
Crujes mientras te me deshaces bajo la mano, te vas con el viento, vuelves a ser hoja seca, vuelas hacia al cielo azúl. Se me va el amor con el aliento, contigo.
Otoños de amor, que vienen, van, vuelves.
Junto con el viento frío.